V Villa de Torrejón 10K (2023)

Cartel 10K V Villa de Torrejón

De vez en cuando me gusta volver a carreras en las que hace tiempo participé. Este año le ha tocado a estos 10K de Torrejón de Ardoz que corrí en 2019, que han perdido el pomposo «Running Music» del título y lo celebro.

Aquel año dicen que participamos 1600 corredores. Este año, reglamentariamente había un límite de 1800, aunque finalmente las inscripciones parece que no llegaron a 1400, de los que llegados a meta fuimos unos 1150. Parece que tras el COVID-19, las cifras de participantes no acaban de recuperarse del todo, y lo celebro, a ver si así los organizadores empiezan a olvidarse de esos malditos tramos de subida de precio en función de la cercanía de la fecha de celebración de la prueba. Y no lo digo particularmente por Torrejón, que sí tenía un tramo, pero pasaba de 8 a 10 euros. Es decir, que incluso en el tramo alto, Torrejón sigue siendo uno de los 10K más asequibles en precio de Madrid.

Del circuito y la organización no voy a decir nada nuevo a lo que ya dije en 2019. La carrera sigue bien organizada, con el mismo circuito que, si bien no es bonito, es relativamente llano y está bien medido, con los puntos kilométricos visibles y en su sitio. Tengo que decir que este año no sufrí la desorganización del avituallamiento del kilómetro 5 que comenté hace cuatro años y pude conseguir mi botellita de agua sin agobios ni aprietos. Punto para Torrejón. La recogida de dorsales, como hace cuatro años, tiene que ser antes del día de la prueba, aunque es verdad que este año estaba permitido recogerlos el mismo día a los inscritos no residentes en las provincias de Madrid y Guadalajara. Vaya. Aunque lo entiendo y cada vez más organizadores de carreras recurren a esa vía, sobre todo si los voluntarios son pocos y el día de la carrera hay muchas tareas que atender.

La bolsa del corredor no tenía más que el dorsal, la camiseta y la bolsa de tela reutilizable. Si bien es verdad que en meta nos dieron agua, plátano, un tubular para el cuello, un boli, una muestra de crema y un ¡Aquarius! (que al precio que tienen en el súper empiezo a pensar que son un auténtico artículo de lujo).

Como hace cuatro años, corrí con mi compañero Diego, aunque esta vez nos separamos al principio pues él no venía en un gran momento de forma. Yo acababa también de salir de un gripazo, pero me sentí animado desde el principio y al final acabé en 49:09 (47:52 en tiempo neto), un minuto mejor que en 2019 y más o menos la misma marca que he venido haciendo en los últimos 10K.

Por último, al perder el apellido «Running Music», se ha perdido también el concierto fin de fiesta de línea de meta. Pero así como no lo valoré hace cuatro años porque no me interesaba, tampoco lo he echado de menos este año.

En conclusión, una muy buena carrera, a buen precio, que ha mejorado sensiblemente aquel error del avituallamiento, aunque haya perdido la animación de los conciertos en meta. Quizá el circuito se pueda mejorar algo. A lo mejor se podría cruzar el Parque Europa en vez de subir la calle Hierro y hacerlo un poco más agradable.

Próximo objetivo: media maratón de Alcalá.

San Silvestre Alcalaína 2022

Llevo viviendo en Alcalá de Henares hará como diez años y, por una cosa o por otra, nunca había corrido su San Silvestre. Tampoco es que yo sea fan de las San Silvestres porque tan solo he corrido cuatro en Madrid y una en Zamora, cuando se corría dando vueltas al Eroski (en la que tengo el dudoso honor de haber quedado el último). Pero este año también me apetecía una carrera navideña. Podía haberme ido a la Jarama María de Villota en Nochebuena como el año pasado, pero me decidí por Alcalá más que nada porque tanto la carrera en sí, como la recogida del dorsal, me quedan al lado de casa y eso facilita mucho las cosas, sinceramente. Que sí, que en el caso de la Jarama-María de Villota el correr por el circuito del Jarama mola, pero recoger el dorsal en Mirasierra-Paco de Lucía no mola tanto, ni siquiera si vives en Madrid. Y es que en Alcalá, a pesar de ser una ciudad grande, las distancias son otras.

Volviendo a la San Silvestre Alcalaína hay que decir que no es una carrera barata precisamente: 16 euros en el primer tramo, al que no llegué a tiempo, por lo que tuve que pagar 19 euros a cambio de una camiseta, un cepillo de dientes y una carrera que dicen que es de 10 kilómetros pero que a todos nos midió unos 200 metros más. La vallecana, con todo su marketing cuesta 25 euros, por comparar.

El último día de 2022 amaneció soleado y perfecto para correr. Perfecto también que no hubiera que madrugar porque la salida era a las 11:30 (punto para la SanSil Alcalaína). Y lo mejor de correr en casa, la guinda del pastel, es coincidir con caras conocidas: Dieguito, del trabajo; Pedro, Rubén y Majano, del Olimpia; y algún otro más que estaba, pero que no vi.

Mucha aglomeración de gente en la salida. Según el listado que ha facilitado la organización éramos más de 1550 corredores (1700 inscritos, no se alcanzó el límite de 2000). Vale, que 1500 no son muchos… si sales de la Castellana en Madrid. Pero en una salida en Alcalá, embocada hacia la calle Mayor que no es precisamente la Gran Víal, créanme, 1500 personas provocan un embotellamiento importante. Yo tardé en atravesar el arco de salida más de minuto y medio desde el disparo. Y durante el primer kilómetro mantener el ritmo que quería me fue imposible. Pero es Alcalá, y es la San Silvestre y qué necesidad hay de ver lo negativo en todo.

El circuito es llano como la palma de la mano y se presta a correr rápido, tan sólo teniendo cuidado con los tramos de empedrado del centro histórico. Hubo un avituallamiento de agua en el kilómetro 5 y recuerdo también ver muchos coches parados porque por calles anchas solíamos correr por uno de los sentidos de circulación y teníamos a los coches atascados en el otro sentido. Pero los conductores respetuosos en general, alguno con cara de circunstancia y alguno/a un poco más alterado, pero bien. Con respecto a los puntos kilométricos estaban bien señalizados (aunque alguno no lo llegué a ver) y lo único el kilómetro final que estaba muy, muy alargado.

En meta agua, isotónico, un bollito y pa’casa. Agua en meta es bien (apúntate eso, Canillejas).

Mi carrera fue prácticamente idéntica a la del Trofeo José Cano, 47:46 de tiempo neto, unos 30 segundos peor (porque era más larga), pero algo mejor de ritmo real según mi reloj (4:39 frente a 4:42). Y la sensación final de no acabar tan machacado debido a la ausencia de cuestas. Tan bien acabé que al día siguiente me fui a hacer 17 kilómetros al Monte de los Cerros.

Para empezar bien el año.

XLII Trofeo José Cano – Canillejas (2022)

Después de cinco años (pandemia de por medio) he vuelto a correr en casa, en la carrera de mi barrio, la que más veces me ha visto en su línea de salida (11 participaciones desde 2001, si no llevo mal la cuenta). Tiempo suficiente para comprobar si algo ha cambiado o todo continúa tal y como lo dejé en 2017.

A grandes rasgos, todo sigue igual. El circuito es el mismo, el precio es el mismo (13 euros, aunque los gastos de gestión han bajado a 0,60 euros), los kilómetros siguen igual de bien marcados, la bolsa del corredor es prácticamente idéntica y la falta de agua en meta también. La camiseta me ha gustado más, eso sí. De hecho, mucha gente compite con ella puesta.

La participación compruebo que sigue bajando. En mi última participación entramos en meta 2384 corredores y en esta edición el número de finishers según sportmaniacs.com es de tan solo 1452 atletas. Eso son 900 personas menos en cinco años. Imagino que algo tendrá que ver el pinchazo de la burbuja del running que tanto se comenta. El caso es que en la salida se notaba la menor participación: había hueco suficiente para todos y se podía llevar un buen ritmo desde el inicio, sin las apreturas de hace años. Me alegro por mí, que no me gusta sentirme atrapado en una marea humana, pero no tanto por los organizadores.

Quizá este descenso continuo de participación sea la causa de que este año también se haya celebrado un 5K, aunque apenas ha atraído a 250 corredores. De todas maneras, queda claro que no es por un afán de conseguir una foto de la salida con más gente a toda costa que el organizador vaya buscando, porque si no no se entendaría que esos 250 participantes salieran 40 minutos antes del 10K y desde el kilómetro 5, no desde la salida.

Por mi parte espero y deseo que la carrera popular de Canillejas nos dure muchos años a los sanblaseños (aunque diga La Razón que somos sanblasinos) y canillejeros porque es una carrera de larga tradición, muy bonita, con la dificultad que entraña su paso por el parque de Arcentales, que hay que saber gestionar y que es parte de su encanto, y con tres kilómetros finales que son una auténtica locura (fantasía, dicen ahora… en plan), picando siempre para abajo, en los que se puede meter una, dos y hasta tres marchas más.

El día nos acompañó con un sol radiante y mi carrera fue prácticamente idéntica a la de 2017 (47:25 de tiempo oficial frente a 47:30 de hace cinco años). Podía haberme esforzado más, pero los gemelos me avisaron en los últimos kilómetros para que no hiciera tonterías y hay que oír al cuerpo. Aun así, estar corriendo durante 10.000 metros por debajo de 4:45, con más de 73 kilos y midiendo lo mismo que Leo Messi (pero con 18 años más que él), me ha sabido a gloria.

Muy dabuti, recomendable. Repetiré.

IV Trail La Raya de Alcañices (2022)

Cartel de la prueba
Cartel de la carrera

Tercer trail en lo que va de año. Va a ser verdad lo que dicen, que los corredores mayores nos pasamos al trail. Cuando la lucha por bajar marcas no es tan importante, o carece ya de sentido, así dejamos el asfalto a los jóvenes y buscamos nuevos retos. Y el trail está ahí para nosotros, los viejos asfalteros. También para el que es joven y quiere competir y ganar, por supuesto, pero no es mi caso.

Mis dos primeros trails de este año fueron lo que llaman “cortos”: uno de casi 11 kms y el otro de casi 13 kms. Y me sirvieron para darme cuenta de que me gustaba eso de correr por el campo con un dorsal en el pecho, pero echaba de menos una “puntita” de sufrimiento, así somos los viejos maratonianos. Pensé que con distancias mayores el reto sería acabarlas. Y este verano en La Palma, disfrutando de sus senderos y conociendo que son el escenario de la Transvulcania, sentí mucha envidia.

 Así es como aparece el IV Trail La Raya de Alcañices (Zamora), una carrera de más de 26 kms y 900 metros de desnivel positivo acumulado. 26K es una distancia considerable ya en asfalto, así que sumándole además el desnivel, tenía pinta de que para terminarla, iba a necesitar algo más que ganas de correr.

Aprovechando que Zamora es mi segunda ciudad, me inscribí en cuanto abrieron el plazo para hacerlo. Hice bien porque se agotaron todas las plazas en dos semanas (150 en ruta larga y 250 en la corta). También había una prueba no competitiva de senderistas con unos 50 participantes.

Mi preparación específica para el trail han sido tres subidas a los cerros que rodean Alcalá de Henares: una de 16K en septiembre, y dos en octubre: una de 15K y otra de 16K; y entre las tres no sumaban los 900 metros de desnivel acumulado que tendría el Trail La Raya. Pero a toro pasado creo que sirvieron.

El viernes subimos a Zamora y recogimos el dorsal en la ciudad (punto para la organización). El sábado amanece feo y llueve de forma intermitente. Cuentan que en Alcañices aún llovió más intensamente. Frío no hace y las previsiones no dan lluvia para el día de la carrera. En cualquier caso, no dudo de que voy a correr, no he hecho 300 kilómetros para quedarme en casa por un poco de agua. En redes sociales, la organización cuelga el track actualizado de la carrera, lo descargo y lo mando al Watch. La suerte está echada.

El domingo nos desplazamos a Alcañices, en la comarca de Aliste, de la que es originario mi padre. Tienen abierta la estación de autobuses para que aparquemos, lo sé porque nos han mandado un correo de Smartchip con toda la información útil de última hora, incluso que cambian la hora (otro punto para la organización). Cerca de allí está el pabellón municipal en el que nos podremos duchar después de la prueba, se entregarán los trofeos y se invitará a comer un potaje de garbanzos (de Fuentesaúco) a todos los participantes.

La mañana es gris, con algo de niebla, pero no hace frío. Yo voy a correr en manga corta, aunque debajo me pondré una térmica finita, también de manga corta, por lo que pudiera pasar y porque me embute los michelines y así no me molestan demasiado al correr.

Mi mujer, su tía y yo caminamos hacia la plaza de Alcañices, ellas participarán en la prueba de senderistas. Todo está preparado, la alfombrilla y los arcos de meta en su sitio. La megafonía nos indica dónde se dará la salida. Control de firmas. Me entra un poco de miedo, a lo mejor he ido de sobrado apuntándome al trail largo, con lo fácil que hubiera sido hacer el corto. Da igual, no puedo hacer nada ya más que esperar la salida. La nuestra se da a las 9:30, a las 9:45 salen los del corto y a las 10 los senderistas. Me gusta que sea así. Cada distancia tiene su protagonismo.

Salimos con los acordes de un mix de “Whiskey in the Jar”, versionado por Metallica. A los 300 metros, primera subida en fila india y tapón. Yo voy de los últimos, así que ya sé lo que me espera: tratar de que los del corto no me pillen antes de que nuestros recorridos se separen. Esto no es más que una intención, porque luego el terreno es como es y lo de correr se antoja complicado. Aparte de que voy con la mosca detrás de la oreja por lo que he visto y leído sobre el paso del cortafuegos, que no sé dónde está y no quiero llegar a él sin fuerzas.

Llego a la primera subida dura con el objetivo cumplido: no me pillaron. Pero, madre mía. Hay que subir a lo alto de un monte que separa España y Portugal pero por la vía rápida: campo a través y en línea recta. 500 metros de cuesta en la que hay que intentar no echarse mucho para atrás so pena de acabar rodando ladera abajo y vuelta a empezar. Arriba esperaba el avituallamiento del K8,5: un poco de agua y a seguir.

El tramo que sigue por el lomo del monte es espectacular. El día está abriendo y se ven retazos de un cielo de color azul intenso junto a nubes echas jirones enganchadas a las copas de los árboles. Hago fotos, estoy feliz. Sigo corriendo. De un lateral aparecen muchos corredores. Son los de la carrera corta, que vuelven a compartir trazado con nosotros. Yo voy por el km 10 y ellos por el 7, tienen ya la mitad de la carrera hecha.

Un kilómetro más adelante llega la imagen de la carrera, el imponente cortafuegos, lleno de puntitos de colores (corredores), que se perfila sobre las copas de unos árboles de un color amarillo intenso. Y bajo esos árboles corre el río Angueira, que hay que vadear. Es decir, meterse en él hasta la rodilla, sortear un tronco de árbol caído en la corriente (o puesto allí adrede), y ayudarse de una cuerda para llegar al otro lado. Al menos el agua no estaba muy fría. Fue divertido.

El cortafuegos no tanto. 1km de subida muy dura y otro medio kilómetro más de regalo que aunque seguía picando para arriba era ya corrible. El altímetro del Watch se vuelve loco y me marca unos desniveles de escándalo.

Del cortafuegos al pinar, y es en ese momento en el que piensas: madre mía, si es que todavía me queda la mitad. El pinar está plantado en terrazas y como no vamos bajando por la pista, sino por senderos entre los pinos, tenemos que ir saltando de terraza en terraza: un salto, dos zancadas, un salto, dos zancadas… Llevo los cuádriceps pa’chopped.

Cuando llegamos abajo nos separan del trail corto y empezamos a zigzaguear por un sendero pegado al arroyo Violares. El cuerpo siempre se va inclinando hacia el lado del arroyo, todo el rato tratando de vencer la resistencia en un terreno completamente embarrado, empiezo a estar solo en el recorrido y me encuentro cansado. A pesar de lo bien que van las Wildhorse, no puedo evitar que en un descuido se me vaya el tobillo y me lo tuerza un poco. Me duele algo al trotar, pero puedo seguir. Poco a poco parece que la arboleda se abre y me mantengo al lado de unos cuantos corredores. El pinar de Bruñosinos por fin se acaba, y en el km 18, tras cruzar la carretera que une Alcañices con Vimioso (Portugal), llego al segundo avituallamiento.

Bebo dos vasos de agua, como un trozo de plátano, un cuadrado de nocilla y unas chuches mientras echo una ojeada al cortafuegos que me espera nada más salir. Otro kilómetro más de subida dura, con el sol ya pegando a la espalda después de más de dos horas de carrera. Cuando giramos a la derecha y empezamos a descender, no siento las piernas, simplemente voy tras la estela de un corredor que llevo delante, le sigo por inercia. El terreno es una pista forestal muy corrible y tras adelanta a este corredor, voy solo, los corredores de cabeza deben estar ya todos en meta. Un voluntario me saca de mi abstracción y me dice que salga de la pista forestal y que atraviese otro pinar, pequeño, pero campo a través hasta que salga a un camino. Obedezco como un zombie. Ya me da igual todo. Me deben quedar como 6 kilómetros, calculo.

El sendero sube y baja, atraviesa fincas, pequeños roquedales, a veces caminos, otras veces pedregales. Hay mucha vegetación, es todo muy bonito, pero muy cansado. Se intuye que ya vamos camino de Alcañices, rumbo a la meta, pero el responsable del trazado no nos lo ha querido poner nada fácil para que disfrutemos la última parte.

Llego a un arroyo. Todo está embarrado y pego un rodeo, pero por allí el agua está más embalsada. Al otro lado hay un 4×4 con un paisano dentro con la ventanilla bajada. Veo que unas piedras sobresalen del agua y voy hacia ellas. El fulano masculla algo que no entiendo. Me acerco a las piedras y trato de subirme a ellas, pero resbalan y si trato de cruzar el arroyo por ellas seguro que me romperé la crisma. Ya tengo al fulano más cerca y le miro. Sin dirigirme la mirada, y tan sólo moviendo el brazo que sale por la ventanilla, le oigo mascullar de nuevo: “vais millor po’l agua”. Maldita sea, pues no lo podría haber dicho antes… o lo mismo lo dijo y no le entendí. Pie al fondo del agua y en tres zancadas ya estaba corriendo por el otro lado. Menos mal que, como dije, el agua no estaba muy fría.

El trazado nos lleva por la ribera de un arroyo, se ve que está acondicionado como senda. Sigo solo. Pasamos de uno a otro lado por algunos pequeños puentes hasta que al final llegamos a donde otros voluntarios nos dicen que hay que volver a cruzar el río por el agua. Aquí no pierdo tiempo, total, las zapatillas no han tenido tiempo de secarse.

Al otro lado me encuentro un cartel que pone “Cuesta Cochinos”, parece que alguien ha bautizado la senda y no podía tener mejor nombre. Un camino pestoso, embarrado, en el que hay que tirar para arriba sacando fuerzas donde ya no hay.

Pasado ese tramo Alcañices se puede oler, sin embargo, todavía hay que sufrir subiendo por otra pared más de roca hasta alcanzar un nuevo sendero que transita por lo alto. Y entonces sí, dos voluntarios avisan de que queda un kilómetro. Llego a Alcañices, bajo a la calle de la Atalaya y desde allí a meta por la Av. De Castilla y León. Alfombrilla de meta, speaker que grita tu nombre, tu mujer te hace el vídeo y ¡finisher! Con medalla y bolsa del corredor.

Qué alegría. 3 horas 40 minutos de carrera para 27 kilómetros. ¡He terminado maratones en menos tiempo!

Me pego un poco al avituallamiento postmeta para reponer líquidos y después hago uso de las duchas del pabellón.

Nos quedamos a la entrega de trofeos y a la comida: potaje, pan, cerveza, agua, yogur. Un lujo.

Qué bien nos ha tratado Alcañices. Qué bonito es Aliste. Qué bien organizada la carrera por el Club La Raya Trail Alcañices.

De vuelta a Zamora paramos en Ricobayo a tomar café.

Decidimos que hay que volver. Total, hay margen de mejora.

Zangarun Cross Trail de Ricobayo (2022)

Cartel Zangarun 2022

Segunda prueba de trail del año. Parece que le he tomado cariño al trail cuando no me había preocupado lo más mínimo por esta modalidad desde el año en que empecé a correr, allá por 1999. En esta ocasión elegí el Zangarun de Ricobayo, también aprovechando un nuevo desplazamiento a Zamora. La prueba constaba de dos etapas: una de 14K el sábado por la tarde en Villaflor y la segunda de 13K el domingo por la mañana en Ricobayo. Como no iba a poder hacer las dos, elegí la del domingo, que era a las 11 y no hacía falta ni madrugar.

El sábado salí a trotar un poco y me dio un pinchazo en el gemelo de la pierna izquierda. Así que hice escasamente 5K y para casa. Estaba fastidiado, pero me hice un auto masaje con bálsamo del tigre y me bajé al Decathlon a comprarme una pantorrillera de compresión. La molestia seguía, pero al menos no había dolor, así que el sábado estaba en la línea de salida.

El ambiente del Zangarun, en comparación con el de Pereruela, era más… pro, como dicen ahora. Gente con más “pintas” de corredores, aunque muchos seguro que coincidimos en las dos. Como no se pudo recoger el dorsal en Zamora los días anteriores llegúe con tiempo porque ya sabía yo que me tocaría ir de un lado para otro a buscarlo. Efectivamente, la salida se daba en la zona de la playa del embalse, donde también estaba el aparcamiento, y la nave donde daban el dorsal, estaba subiendo hacia el pueblo, así que me sirvió de calentamiento. Sí, vale que serían 400 metros o así, pero en cuesta.

Control de material obligatorio en salida (pedían un recipiente para el agua, y aun así alguno que otro no traía nada) y a esperar el pistoletazo. Como la vez anterior, me había bajado el track al reloj porque me da pavor, en el peor de los casos, perderme por el campo. Aunque la carrera estaba, todo hay que decirlo, perfectamente señalizada por MounTime, marca del Club Deportivo Ultra Sanabria).

Sabía que el recorrido era muy rompepiernas, con un desnivel positivo de 393 m para los 13K (según mi reloj), por los 320 de Pereruela en 11 kilómetros. Pero en el caso de Ricobayo el perfil era más tipo «dientes de sierra» con subidas cortas, pero con bastante inclinación, en las que los no somos Killian Jornet teníamos que subirlas andando. Por el contrario, en Pereruela, los tramos de subida (salvo uno) eran bastante más largos y más corribles. Por todo ello, la sensación de cansancio fue mayor.

Como me dolía el gemelo salí al trantrán con mi pantorrillera puesta, a cola de pelotón, para no molestar. Ir súper lento no impidió que nos reagrupáramos todos en el tapón de la primera subida gorda, cuando no llevábamos ni un kilómetro. Pero a partir del kilómetro 1,5 se podía correr bastante bien, y aunque no dejaba de sentir dolorido el gemelo iba poco a poco adelantando unidades. Normalmente me pegaba a un grupo un rato y si veía que el ritmo era un poco lento para mis fuerzas, les rebasaba y salía en busca de algún otro grupo más adelante. Poco antes de llegar al primer avituallamiento, que pasé de largo como casi todos (esta vez no había ni jamón, ni hornazo, ni chorizo, ni nada de eso: líquidos y fruta), pasé a un corredor que iba con un niño de poco más de 11 o 12 años pero que corría mejor que muchos adultos. Me pareció bonito, a pesar del riesgo de caídas que hay en este tipo de pruebas.

En otro orden de cosas, la lluvia de la tarde anterior había bajado mucho la temperatura y eso nos benefició porque de haber hecho calor aquello podía haber sido una tortura. Sin embargo, el campo estaba hermoso, las jaras en flor nos acompañaron todo el recorrido y hubo momentos en el que el paisaje era apabullante: encinas, alcornoques, todo el repertorio del sotobosque mediterráneo. ¡Qué diferencia con lo que acostumbramos a ver los asfalteros!

Pasamos un roquedal en el kilómetro 7, el punto más alto de la carrera, con unas vistas espectaculares y ahí me uní a una grupeta muy maja que iba tirando fuerte, llegando a ver en el reloj ritmos de 4:20-4:30. Estaba cansado, tanto que notaba más el cansancio que el dolor en el gemelo, pero les seguí el ritmo hasta el km 9 en el que paré en el avituallamiento a beber agua y comer medio plátano. De ahí al final todavía quedaban un par de buenas cuestarracas y me lo tomé con filosofía. Al fin y al cabo, había tropezado ya cuatro veces (la última con crujidito del tobillo incluido), estábamos de vuelta al punto de partida y tenía la certeza de que iba a poder finalizar la carrera sin terminar cojo.

Eso sí, la organización nos reservó la sorpresa final de los últimos 300 metros en los que nos hizo correr por la ladera seca del pantano, sobre arena y piedras sueltas con una inclinación lateral de 30 o 40 grados y unos últimos 50 metros subiendo las escaleras que dan acceso a un pantalán. Unos cachondos, los organizadores.

Pero bueno, allí estaba la meta, se acababa todo sufrimiento, la familia me estaba esperando (y eso no ocurre siempre), el cortador de jamón también, y encima nos surtieron bien de agua, bebida isotónica, cerveza, frutos secos, fruta y hasta gominolas (que compartí con mi hijo haciendo algún que otro viaje clandestino a por algún puñadito más). La verdad es que había de sobra porque tampoco éramos miles de corredores.

En total corrimos unas 150 personas, y en mi categoría (individual etapa Ricobayo) acabé el 51 de 76 con un tiempo oficial 1:29:26, que para 13 kilómetros me da una media de 6:55 minutos el kilómetro. No está mal para un veterano B cojo.

Y como colofón a una preciosa carrera nos fuimos a reponer fuerzas en Miranda do Douro a degustar un delicioso bacalao al estilo portugués.

Como dice mi padre, un día bien “echao”.

Media Maratón Cervantina (2022)

Cartel Media Maratón Cervantina 2022

Han pasado siete años desde que corrí esta prueba por última vez. He releído un poco la crónica que escribí en aquella ocasión y, a pesar de haberla acabado tres minutos más lento, lo que dejé escrito en aquel entonces lo puedo suscribir hoy: muy satisfecho a nivel personal y muy contento con la organización de la carrera.

Esta edición ha supuesto el retorno de la Media Maratón Cervantina tras la pandemia. Si no estoy equivocado ha sido la edición número diez, tras la anulación de la carrera en 2020 (por motivos obvios) y 2021 (por la situación sanitaria y ausencia de vacunas). El caso es que se ha notado mucho, tengo la sensación, en cuanto a participación puesto que de entrada yo, que me suelo colocar al final del grupo en la salida, no tardé en llegar al arco de salida tanto como en ediciones anteriores y tampoco noté el típico tapón de otros años cuando el circuito se estrecha en el kilómetro 1. Repasando las clasificaciones en casa compruebo que el número total de finishers ha sido de 651 por lo que no creo que ni siquiera se hayan cubierto las mil plazas que suelen ofertarse todos los años.

En lo personal, carrera disputada de menos a más, de esas que hacen que vuelvas a casa con una sonrisa; y un día magnífico para correr después de una noche en la que había estado diluviando y que parecía anticipar una media maratón pasada por agua.

Pinceladas:

  • Que la carrera popular de 5K se celebre después de la media me sigue pareciendo un acierto.
  • La medalla finisher de madera quizá no es necesaria, pero es un recuerdo.
  • La bolsa del corredor más que correcta.
  • El precio sigue contenido (18 euros) para lo que se ve por ahí.

Colofón:

  • 29ª participación en una media maratón… 25º mejor tiempo (1:48:50 – 1:48:03 neto).

Y estoy contento…

Último pensamiento:

  • Sigo buscando un trail para debutar.

XXXVI Media Maratón Zamora (2021)

Y después del mal sueño, volvieron las carreras…” Quizá esta frase podría ser otro microcuento de Augusto Monterroso, pero para corredores. El caso es que hemos vuelto, que después de confinamientos de la primavera de 2020 y las limitaciones a los viajes interprovinciales del otoño-invierno 2021, por fin, están volviendo las carreras y nosotros a participar en ellas. Mi «debut» ha sido en la Media Maratón de Zamora, que tenía que haberse celebrado el 15 de marzo del año pasado (justo en aquel famoso fin de semana en el que se declaró el estado de alarma) y que, tras varios aplazamientos, se ha podido disputar finalmente el 5 de septiembre, casi año y medio después

Cartel Carrera
Cartel de la prueba

No la he preparado… nada. Al fin y al cabo, la posibilidad de que podía disputarse o no, sumado a algunos problemas físicos, consiguieron que no acabara de creérmelo del todo y entrené en consecuencia: poco y mal. Tampoco es que la organización se caracterizara por si habilidad para mantenernos al corriente de cómo estaban las cosas. Aún peor, tanto su blog en blogspot como la página de Facebook siguen anclados en la edición de 2019. La única información que podías obtener era la que salía en prensa local (para dar una idea, el mail más reciente que yo tenía de la organización era de mayo).

Quizá por eso la carrera haya cogido de sorpresa también a la propia ciudad. Pocos sabían que la celebración de la carrera iba a afectar al tráfico y en muchas partes del recorrido se veían conductores protestando y policías diciéndoles que es que se habían metido en el circuito de la carrera y que no se podía hacer nada. El desbarajuste llegó a tal punto que cuando yo pasé por la Calle Rosa Chacel, detrás de las instalaciones de “Gaza”, los coches circulaban libremente en ambos sentidos y los corredores no podíamos hacer otra cosa más que correr por la acera a pesar de que los conos sí que estaban correctamente colocados en la calzada indicando que aquel no era espacio de los coches. En fin, cosas que se podían haber hecho mejor. Como el protocolo Covid de salida, inexistente; o la incoherencia de programar la salida en el centro de la ciudad, simultaneándola con un mercado romano con decenas de puestos callejeros completamente montados y coexistiendo en el mismo espacio con la salida de las carreras, lo que obligó a que los participantes del 10K salieran junto con los del 21K aunque estaba previsto que lo hicieran desde dos plazas distintas (pero es que las dos estaban ocupadas por los puestos del mercado).

Respecto al recorrido, indicar era el mismo que las dos últimas veces en que participé (2015 y 2017). La bolsa del corredor muy parecida a la de otros años y, como novedad, la camiseta conmemorativa de este año era de manga larga. Aunque, como he comentado en alguna otra ocasión, en plena segunda década del siglo XXI, podían hacer una camiseta con un diseño un poco más atractivo.

De mi carrera tengo poco que decir porque mi objetivo era simplemente terminarla (y no las tenía todas conmigo, incluso me dieron ganas de desviarme hacia la meta del 10K. Además del poco entrenamiento me pilló con el peso más alto que he tenido en años, así que peor marca personal y si me descuido no bajo de dos horas (y dando gracias por no haberme lesionado).

En meta no dejaron entrar al público, que se acabó concentrando en el aparcamiento, por lo que la vuelta final a la pista de atletismo fue mucho más desangelada que otros años.

Y hasta aquí esta crónica. La lección que extraigo esta carrera es que si al final voy a Oporto (recientemente me ha dado un tirón en el gemelo derecho y no entreno como debería) voy a sufrir como un perro callejero.

Maratón de Valencia 2019: la crónica

maraton-valencia-2019
Maratón de Valencia

Han tenido que pasar dos años y medio desde aquel maratón de Liverpool de 2017 para encontrar las ganas de correr otro. Una mala preparación y un tiempo de 4h22m me dejaron desganado, esa es la palabra, sin ganas de volver a preparar (como es debido) un maratón. Preferí dejar pasar 2018 en blanco y decidirme por alguno en 2019 tan sólo porque quería conmemorar que en 1999 corrí mi primer maratón. Así apareció Valencia con esa fama de maratón en auge, con la ventaja añadida de poder prepararlo con buen tiempo al ser un maratón de otoño y así descarté definitivamente Madrid.

Pero quería llegar bien Valencia y que no se convirtiera en otro desastre como Liverpool, quería volver a sentirme corredor de maratones (lo que para mí significa que hay que correrlos, de principio a fin), así que me apunté a los planes semanales de maratón de José Garay Cebrián que nos enviaba por mail todos los domingos la organización del Maratón de Valencia. Empecé siguiéndolos a rajatabla, pero después del primer mes los adapté a mis circunstancias para reducir de cinco a cuatro los días semanales. Los planes me han parecido fáciles de seguir y me han ido muy bien. Me he sentido fuerte entrenando, tanto que en la mayoría de rodajes tenía que sujetar los ritmos porque tendía a acelerarme. Las series me han parecido eso sí demasiado lentas, por lo que para poder «sufrir» un poco les metí un poco más de ritmo.

El peso, que siempre es mi punto débil, lo he llevado muy bien. Antes del verano ya perdí algo de lastre y según han ido pasando las semanas me he ido afinando y he llegado a la carrera en 69 altos-70 bajos. Además, ni una mala torcedura, ni dolores, ni un catarro en 16 semanas de entrenamiento ideales. Teniendo todo esto en cuenta, mi objetivo antes de la carrera era acercarme todo lo posible a las 3h30m.

El día de la carrera empezó de manera inesperada pues me tocó caminar hasta la salida desde mi apartamento, en un barrio que llaman Nou Moles, a unos cinco kilómetros de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, porque los autobuses (que iban a ser gratis y tal) a esas horas de domingo, tan tempranas (la salida se daba a las 8:30), no tenían una frecuencia que me asegurara llegar con tiempo suficiente para localizar guardarropa, baños, cajón, etc. Y no me iba a estar esperando más de 30 minutos en una parada de bus, así que lo bueno es que cuando llegué no me hizo falta calentar.

Salí además en uno de los últimos cajones al no tener acreditada una buena marca en maratón reciente, y encima estaba tan a rebosar de gente que no cabíamos dentro del corral y tuvimos que entrar cuando los que lo ocupaban se desplazaron hacia delante para empezar a correr. El caso es que al salir por oleadas tampoco perdimos demasiado tiempo hasta pisar la alfombrilla de salida.

De la carrera me sorprendió que, a pesar de ser 25 000 maratonianos se podía correr a gusto desde el kilómetro uno y, salvo en momentos concretos, mantener el ritmo de 5 minutos por kilómetro que quería llevar. El circuito también se presta a ello. Llano como la palma de la mano y con bastante animación. Por poner un pero, decir que quizá hacía más de calor del que esperaba y en un par de ocasiones pensé que la camiseta finita de compresión que suelo llevar debajo de la camiseta (para evitar rozaduras) me iba a sobrar.

Los parciales iban saliendo aunque durante los primeros kilómetros llevaba la vejiga llena e iba incómodo, por lo que evité beber en exceso en los dos primeros avituallamientos y allá por el kilómetro 12 pude parar y quedarme a gusto. Perdí 30 segundos que recuperé enseguida y la media maratón la pasé clavada en 1:45:39 pensando en doblar y de seguir así conseguir el 3:30 sin esfuerzo.

Sin embargo, poco después empecé a notar que algo no iba bien, que sentía sed pero que si bebía un poco de más el estómago «protestaba» y no corría nada cómodo. Así que decidí que en los avituallamientos sólo tomaría un par de tragos (siempre agua) y descartaría el resto, lo que provocaba que llegara al siguiente avituallamiento con mucha sed y así sucesivamente. Aun así mantuve como pude el ritmo hasta el 30, pero a partir arco de «Rompe el Muro» del 32 empecé a sufrir más y más y a notarme, además de incómodo, cansado. Me marqué como objetivo llegar al kilómetro 35 donde estaría mi familia dándome ánimos y a partir de ahí ya no tendría sentido parar porque sólo me quedarían 7 kilómetros a meta. Y eso hice. Ver a mi mujer, a mi hijo y a mis suegros fue una inyección de adrenalina que me llegó hasta… el kilómetro 36 (no sois vosotros, family, soy yo) y de ahí al final sufrí mucho.

Lo mejor es que gran parte de ese sufrimiento era meramente psicológico: ni tenía calambres, ni pulsaciones desbocadas, ni dolores, simplemente estaba cansado. Es más, pude estabilizarme en 5:30 el kilómetro (que es mi ritmo de rodaje largo) y acabar al tran tran, sin pararme, y beneficiándome sobre todo de la bondad del circuito y de la energía de la gente que te anima de forma brutal en el último tramo de la calle Alcalde Reig en el que parecemos ciclistas subiendo el Tourmalet. Me llega a dar esta misma pájara en una carrera como Madrid y al final me cae una minutada de las que hacen época.

Pero bueno, fue llegar a la Ciudad de las Artes y las Ciencias e iluminárseme la cara. El asfalto deja paso a un empedrado que fastidia un poco, pero llegar a esa pasarela azul, con la gente, la música, el agua y el sol la verdad es una maravilla. Es la mejor meta que un corredor como yo haya cruzado jamás.

Y en esos últimos metros los ojos se van al cielo buscando el recuerdo de mi madre, el cronómetro se para en 3:36:42 y sólo pienso en que me paro, en disfrutar de ese momento y de que lo he vuelto a conseguir.

Y van quince.

Últimos kilómetros
Últimos kilómetros

XIII Media Maratón de Azuqueca (2019)

Presentación de PowerPoint
Cartel XIII M.M. Azuqueca

Donde te lo pasas bien, repites. Así que yo sigo viniendo a Azuqueca a correr su medio maratón y ya van tres de las últimas cinco ediciones. Este año la organización había hecho una apuesta mediática con el «fichaje» de Chema Martínez, imagino que para atraer participantes y darle un «empujoncito» a la carrera. Pero aunque el speaker al principio de la prueba anunció que se había batido el récord de participantes «por poco», la verdad es que las cifras indican que el número total de finishers de la media ha descendido (por poco) y que la tampoco la participación de atletas en la carrera a una vuelta ha crecido. No es que la prueba no lo merezca, todo lo contrario; lo que ocurre es que mientras llega ese crecimiento, yo sigo disfrutando de una prueba corrible sin agobios, llana y bien organizada (aunque según mis cálculos le falten unos metros para ser una media maratón bien medida: la distancia del km 8 al 9, a mí, me «chirría», no sé si a alguien más le pasa).

Este año venía mejor preparado que en 2018, con más kilómetros a las espaldas (o, mejor dicho, en las piernas), con la participación previa en un 10K y sobre todo con una continuidad en los entrenamientos favorecida por la Semana Santa y el puente de Mayo. También un par de kilos menos, que se nota, aunque en las fotos que cuelga la organización (un montón de ellas, y gratis) se me vayan los ojos siempre al barrigón. Bueno, es algo que se va a ir reduciendo con un poco de vigilancia sobre la comida y, sobre todo, entrenamiento. El caso es que la marca de este año ha sido seis minutos y medio mejor que la del año pasado: 1:43:04, por 1:49:35 en 2018. Y sobre todo las sensaciones han sido mucho mejores. Creo que he corrido con cabeza, haciendo todos los kilómetros en zona 4 y por debajo de cinco minutos (salvo el primero) y apretando en los dos últimos, acabando con fuerza y muy entero aunque ya en zona 5. ¿Pude haber apretado más? Seguramente. ¿Me habría desfondado? Pues como no lo hice no puedo saberlo. Quiero pensar que podía haberlo hecho mejor, que esta no era mi mejor versión, pero sin embargo, me siento muy contento con la marca.

Por lo demás, agradecer el apoyo de mi compañero de curro Diego, azudense él, que no pudo correr, pero que estuvo animando en varios puntos de la carrera y con el que compartí una cerveza, obsequio de la organización, en meta.

Un detalle más de la carrera, novedad este año, ha sido la medalla conmemorativa, aunque si se me permite (y como el blog es mío, me lo permido), sugeriría a la organización que en ediciones posteriores diseñaran la medalla con la edición a la que corresponde, sobre todo para que los que no grabamos la marca en las medallas recordemos, dentro de algún tiempo, al verla, qué año fue el que la corrimos. Y eso no va a ocurrir si sólo pone «Media Maratón de Azuqueca».

A pesar de estos pequeños detalles, siempre que pueda, siempre que siga pasándomelo bien, seguiré participando en esta media maratón.

II Villa de Torrejón 10K Running Music (2019)

Cartel de la carrera
Cartel de la Carrera

Primera participación en esta carrera que celebró el pasado 24 de febrero su segunda edición y a la que acudimos más de 1600 corredores, según la organización. No tenía claro si apuntarme, por causa de esta galbana que me invade desde hace ya tiempo… bueno no, al contrario, lo que tenía claro es que no correría, porque la pereza me arrastra a no querer correr ni esta ni ninguna otra carrera; pero dos compañeros de curro se habían inscrito, me lo comentaron y, bueno, eso, unido a que Torrejon de Ardoz está muy cerca para los que nos movemos por el corredor del Henares entre Alcalá y el Este de Madrid ,tiró de mí lo suficiente como para animarme a participar, aunque sin ninguna expectativa.

El viernes por la tarde me acerqué a Torrejón a recoger el dorsal y la bolsa del corredor que, para los tiempos que corren, estaba bien surtida. También me dieron la camiseta oficial, de la marca Joma, demasiado finita para mi gusto y con la que correría el día de la prueba pero con una térmica de compresión debajo. Me gusta correr con ropa de compresión, me encuentro muy a gusto (sin que boten los michelines) y encima me mantiene seco.

El día de la carrera quedé con mi compañero Diego para ir juntos, pues nuestro tiempo sería similar. Mucho ambiente en la salida y muchos clubs. Nos colocamos en la parte de atrás del pelotón y salimos con mucha tranquilidad. Adelantando gente, pero tranquilos. A la altura del kilómetro 1 subimos un puente con una pendiente bastante pronunciada y ahí decidimos, sin hablar, tirar para adelante y unas veces yo y otras él nos alternamos para imprimir ritmo y alcanzar al globo de los 55 minutos. A la altura del kilómetro 5 nos perdemos el avituallamiento porque sólo hay una mesa a un lado de la calle y lo único que pudimos hacer fue esquivar a los corredores que se paraban para coger una botella de agua. Al ser una carrera de 10K tampoco me importa demasiado, pero es un fallo que la organización debería mejorar en próximas ediciones.

Sobre el kilómetro 6,5 se gira a la derecha y unos espectadores nos informan de que hace poco que ha pasado el globo de los 50 minutos. Lo veo al fondo de la calle, bastante lejos, pero pienso que podría alcanzarlo antes del final, así que meto una marcha más y Diego, mi compañero, queda definitivamente atrás. Aun así, reacciona bien y me sigue a unas decenas de metros por detrás sin perderme de vista. La verdad es que da gusto verle correr. Hace unos años pesaba 20-25 kilos más (¡como que ahora pesa lo mismo que yo y me saca la cabeza!), ha sufrido con paciencia las lesiones y ahora que está en forma puede disfrutar de correr. Y todavía lo va a hacer mejor si las malditas contracturas le dejan. Un ejemplo.

El recorrido continúa hacia meta tan llano como lo ha sido desde la salida, así que no me resulta complicado gestionar el cambio de ritmo sin desfondarme. El globo cada vez está más cerca pero no lo alcanzo hasta pasado el kilómetro 9. Al llegar a su altura el corredor que lo porta me anima a adelantarle y me asegura que él va en tiempo de sub 50′. Le dejo atrás y tiro todo lo rápido que puedo los 200 o 300 metros que me quedan para llegar a meta. Finalmente paro bajo el arco de meta en 50:23 (48:58 en tiempo neto).

Para mi estado de forma actual opino que es una gran marca. Además, con un segundo parcial minuto y medio más rápido que el primero, por lo que fácilmente podríamos haber hecho 47 minutos si no nos hubiésemos entretenido tanto al principio.

De la carrera en sí no tengo nada malo que decir. Muy bien organizada, con un trazado super rápido, puntos kilométricos bien visibles y en su sitio, bolsa del corredor en condiciones y avituallamiento final adecuado. No me quedé a los conciertos del final, por lo que la parte de «Music» no voy a entrar a valorarla. Los únicos «peros» que le pongo son: la imposibilidad de recoger el dorsal el mismo día de la carrera (lo entiendo para los de Torrejón, pero para los de fuera es un incordio) y ese avituallamiento del kilómetro 5 tan corto del que ya he hablado.