Oporto fue la elegida para ser mi primera maratón postpandemia… en 2021. Una lesión no me dejó ni siquiera estar en la línea de salida pero aun así siguió siendo mi objetivo y ese objetivo se cumplió por fin el pasado 5 de noviembre.

Ya no suelo confiar mucho en que no estaré lesionado si me apunto con demasiado tiempo de antelación a un maratón, y tal como se ha puesto el precio de las maratones, tampoco me atrae eso de gastarme una pasta en la inscripción para luego no ir. Por eso elegí Oporto. Una maratón de 35 euros en su primer tramo y una ciudad accesible en coche o en avión (encontramos vuelos muy baratos), sin problemas de ocupación hotelera, buena red de transporte público y bonita.

Tampoco la carrera tenía malas críticas. Si bien es cierto que no es totalmente llana, es muy plana para los que venimos de Madrid. Y la organización de la carrera es buena: la feria es decente en tamaño, bien organizada, sin esperas, con un muy buen ambiente deportivo y con una bolsa del corredor que no se limita a darte camiseta y dorsal.

Oporto, por otro lado, es una maravilla para visitar en esta época del año: pasear por las orillas del río, tomarte un café y un pastel de nata en cualquier cafetería, visitar sus monumentos, comer una francesinha o un buen bacalao, montar en barco, visitar una bodega. Un montón de actividades que se pueden hacer sin tener que gastarte una fortuna.

El recorrido en sí es muy lineal. El trazado lo marca la línea de la costa y las orillas del Duero (subir al centro de Oporto sería un suicidio deportivo pues convertiría una maratón de asfalto prácticamente en una maratón de montaña). Vas y vienes, te cruzas con compañeros continuamente y hasta con la élite, que ya está terminando cuando a ti todavía te queda. Este año, además, se recuperó el circuito clásico de las tres ciudades (Matosinhos, Porto y Gaia) al haber concluido las obras del puente Luis I. Lo único malo son los tramos de adoquín que pueden castigar un poco las piernas, pero tampoco es para tanto, de hecho yo terminé con las piernas menos cargadas que en otras maratones. Eso y que empieza a la 8 de la mañana. Para los perezosos como yo, negativo.

El día empezó fresco, así que la térmica era obligatoria para un friolero como yo, aunque elegí la manga corta y creo que hice bien. Llegué al Queimódromo (la zona de meta) con tiempo para dejar la bolsa en el ropero que, con inteligencia por parte de la organización, habían dispuesto dentro de unas naves, lo que nos protegía de un viento que, en Matosinhos, localidad ubicada frente al Atlántico, es muy fuerte. En el Queimódromo había además retretes y meódromos portátiles. Como la zona de meta está algo separada de la línea de salida, el recorrido hasta el Fuerte de San Francisco Javier sirve para calentar (recomendable, por el viento). Llegué a la Via do Castelo do Queijo desde la rotonda de la Anémona a pocos minutos de la salida, así que estaba a reventar. La salida es conjunta para la Maratón y la carrera de 10K (aunque estos se ubican detrás de los maratonianos), en total más de 10 000 inscritos, por lo que me las vi y desee para entrar a los corrales de maratón que, como he dicho, están más adelantados y yo llegaba desde atrás. Pero vamos, que luego estábamos todos mezclados.

Dan la salida con puntualidad y empezamos a caminar. Tardo minuto y medio en poder pisar la alfombrilla de salida, conecto el Watch y a correr. Los diez primeros kilómetros transcurren por Matosinhos y tienen bastante desnivel. No me preocupa, mi estrategia de carrera es ir a 5:40 por minuto y mi planificación nutritiva es tomar los tres hidrogeles que llevo, uno cada hora, el último con cafeína. Si lo hago todo bien, mantendré el ritmo durante toda la prueba y acabaré en 4 horas.

Me encuentro muy bien durante esos primeros kilómetros. Somos muchos corriendo pero encuentro mi sitio y mi espacio. Poco a poco voy recuperando ese minuto y medio de demora desde el pistoletazo. Un lelo con la camiseta del ½ maratón Movistar de Madrid me adelanta como loco, zigzagueando, a la altura del km 5. Un poco más adelante arrolla a un espectador en una rotonda y cae rodando al suelo. Qué necesidad.

A la hora me tomo mi gel. Se me ha pasado volando. Llevo más de 10 kilómetros y apenas me quedan 30 segundos que recuperar. Dejamos atrás Matosinhos y entramos en la zona de las playas y del estuario del Duero. Sale el sol y empiezo a sentir su calor. Dudo en si quitarme la camiseta de manga corta y quedarme sólo con la térmica. Pero llegando a la zona de la Alfandega se vuelve a nublar y sopla algo de viento frío. Nos cruzamos con la cabeza de carrera cerca del kilómetro 19, ellos van por el 34, les queda nada. Abandonamos la ribera de Oporto por el puente Luis I, con su viento lateral y su animación, y entramos en Vila Nova de Gaia, la segunda parte del nombre de Portugal (Portu-: Porto; -gal: Gaia) y en la segunda parte de la carrera porque paso la media apenas a unos cientos de metros del puente, cerca del Mercado Beira-Rio. El Aquiles se está portando fenomenal, no obstante me llevé las zapas más amortiguadas de mi armario y con menos kilómetros (Adidas Solar Glide 5).

He recuperado todo el tiempo que había perdido y clavo la marca en la media. Me tomo mi segundo gel porque empiezo a necesitarlo. Sin embargo, esta vez no noto el efecto, lo que hace que salten todas mis alarmas. En el kilómetro 24 nos cae una chupa de agua monumental. El suelo se encharca y la ropa pesa, pero es lo que tiene correr junto a la costa Atlántica en estas latitudes y en esta época del año. Del 24 al 25 se me hace eterno. Vuelve a salir el sol. Tengo sed y hambre, así que en el avituallamiento, aparte del agua, me como un cuarto de naranja. Miro el reloj, he vuelto a perder 48 segundos con respecto al plan. Las pulsaciones no me bajan tampoco y voy en zona de fatiga. No importa. A la mierda el plan. Bajo un pistón para contener las pulsaciones. Me pasa el globo de las 4 horas y no hago nada por seguirlo. Tengo que bajar más pulsaciones, pero sólo consigo hacerlo en 4-5 latidos por minuto. Estoy fatigado, lo sé, lo noto, lo sufro.

Volvemos a cruzar el puente y entramos de nuevo en Porto, pero río arriba. El trazado es muy favorable y yo voy como si me hubieran clavado al suelo. En el km 30 he perdido tres minutos más con respecto al plan. En el 31 damos la vuelta y ahora, aunque la dirección es río abajo; es cuesta arriba. Ya sólo son 11 kilómetros todo recto hasta meta. Me tomo el gel con cafeína pero, como el anterior, no me sirve para nada. Tengo sed y al llegar al 32 no puedo más, no quiero correr más y me pongo a caminar.

Pasan muchas cosas por la cabeza en esos momentos. Estoy cerca del centro, podría retirarme y acabar una agonía que va a durar todavía, al menos, 10 kilómetros. Me he pasado 900 metros andando y elucubrando. Las piernas están bien y la frecuencia cardiaca ha bajado. Ahora todo está en la cabeza. No voy a abandonar. Voy a correr y corro de nuevo. Pero camino de nuevo. Corro y camino. Camino y corro. Por cada 700 metros corriendo me regalo 300 caminando. Llego al avituallamiento del 35 y me bebo la botella de agua entera, un vaso de bebida isotónica y media banana de Madeira. Y vuelvo a correr y a caminar. Hago la goma con otros corredores. El globo de las 4:15 me pasa. Y yo sigo caminando y corriendo. En el avituallamiento del 40 vuelvo a comer y a beber isotónica, pero ya no necesito tanta agua. En el km 41 decido que ya no paro hasta meta. Y no paro hasta meta.

4:24:05 (4:22:32 neto).

Todo estaba en la mente.

En meta me dan mi medalla y una camiseta de finisher. Me tomo una pera y una banana. Me bebo una cerveza. Me echo por encima la manta térmica de aluminio que nos han dado para protegerme del viento y de las gotas de agua de lluvia, que empieza a caer de nuevo. Enfilo mis pasos al guardarropa y recojo mis cosas. Me da tiempo a estirar los isquios y los cuádriceps.

Recibo una llamada de mi mujer y mi hijo, me están esperando fuera. Me reúno con ellos y soy feliz. Ya no hay por qué correr y nos vamos a ir a comer los tres juntos. De camino al metro una chica y un corredor están sentados en una parada de autobús. Él está tiritando. Les ofrezco la manta térmica, yo ya no la necesito. La chica se la extiende por encima. Podría ser yo y no me gustaría verme así.

Decimosexta maratón completada.

Ya habrá tiempo de hacerlo mejor.

2 comentarios en “19ª EDP Maratona do Porto (2023)

  1. Es una maravilla leer lo que escribes, lo relatas de una forma que haces sentir lo que tú estabas sintiendo en la carrera. Enhorabuena Carlos por tú crónica y por supuesto por tu carrera. Lo exigible es el esfuerzo 😉

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