Rock’n’Roll Madrid Maratón 2014: la crónica

Si te hieren las piedras del camino,
sonríe
porque caminas.
Lo importante no son tus pies,
sino tus pasos.

El domingo 27 de abril a las 9 de la mañana fue el momento de poner a prueba el garriplán. El plan para preparar un maratón que iba a impulsar a un “atleta” cuarentón, pasado de peso y con poco tiempo para entrenar hasta la línea de meta de un maratón. 700 kilómetros y 16 semanas de entrenamiento en mi haber, sin gimnasios, sin fisioterapeutas y sin gaitas. En los pies, debutando en la distancia, mis Adidas Glide 6 Boost y unos calcetines tobilleros. Sin mochilitas, ni cinturones portabidones, ni mp3, ni gps, ni pulsómetro… manías de viejo. Tan sólo mi viejo Casio Accelator para ir marcando parciales y tener una referencia en carrera, la camiseta de los 10k de Madrid que corrí una semana antes de que naciera Mateo, un pantalón corto y a correr.

Ese día, en la media también corrían Rober, Diego y hasta Don Pablo. Pero no hice ningún esfuerzo por verles. Los días de maratón, le comentaba a Rober el día antes, me pongo muy tonto. No soy buena compañía. Los nervios, la necesidad de tenerlo todo bajo control: la ropa en el guardarropa, la vaselina en “sus sitios”, las zapas bien anudadas, la vejiga vacía, la entrada al cajón de salida localizada, el cronómetro en la muñeca izquierda con el oído atento al disparo para pulsar el start (yo soy de los que su referencia es el tiempo oficial y no el neto… manías de viejo). El único momento que me concedí para la relajación fue el trayecto entre el guardarropa y la salida, ese kilómetro paseando entre runners vestidos de mil colores y hablando distintas lenguas. Observando y escuchando los sonidos de la ciudad. Oliendo la primavera en cada árbol. Me gusta Madrid. Me encanta Madrid en primavera y quiero que el maratón siga celebrándose siempre en abril. Pero os pido perdón, Rober, Diego, Pablo. Me hubiera encantado daros un abrazo y desearos suerte, pero, manías de viejo, esos minutos previos de inquietud y miedos son para mí el modo de encontrarme con ellos a solas y mirarles a la cara y convencerme de que voy hoy también voy a vencerles, de que hoy también voy a llegar. Voy a correr durante 42 kilómetros y cruzaré la meta corriendo y salga como salga la carrera, sonreiré porque, a pesar del dolor y el sufrimiento, la habré corrido y porque sé que lo importante no serán mis piernas, sino mis pasos, uno tras otro, hasta la meta.

Empieza la carrera, como todos los años no oigo el disparo, así que pulso el start cuando noto que se mueve el cotarro. La Castellana nos acoge y se abre paso ante nosotros. Somos muchísimos, no recuerdo haber visto tanta gente nunca en Madrid, pero claro, estamos juntos los del maratón y los de la media. Somos tantos que pierdo la referencia de los primeros kilómetros porque, a pesar de que voy pendiente, no veo el cartel. Ocupamos los dos sentidos de la calzada central. Es impresionante. Mucha gente más lenta que yo delante, lo que me hace ir a un ritmo más lento del que me he acostumbrado a entrenar. A partir de la Plaza de Colón nos cruzamos con los participantes de los 10 kilómetros, que han salido media hora antes que nosotros, y bajan ahora por el lateral.

Llegando a Pza. Castilla se empieza a correr en condiciones. El primer 5.000 ha salido en 27’32” cuando lo normal hubiera sido estar por debajo de 24’. Te das por contento pensando que esas fuerzas ahorradas servirán para el final.

El recorrido sube hasta las cuatro torres de la Castellana y vuelve a bajar a Pza. de Castilla. Un gitano está hablando con unos municipales y aunque no le dan mucho carrete señala a la carrera, gesticula y en alto les dice “esto, esto… ¡esto es de payos!” Risas para entrar en Bravo Murillo. El día previo había leído que era un buen momento para recuperar tiempo, así que aprieto un poco. Antes de llegar a Estrecho adelanto al globo de las 3h45m y llego al km 10 en 50’35”, he hecho el último 5.000 en 23 minutos, a 4’36”/km. Cruzamos Cuatro Caminos por medio de un pasillo de gente que no para de animar y encaramos Raimundo Fernández Villaverde al revés de cómo ha sido en otras ediciones. Por allí adelanto al globo de las 3h30. Me podía haber puesto detrás, pero no me gusta ir agobiado por la cantidad de gente que se pone ahí. En el kilómetro 14 decimos adiós a los atletas que corren la media maratón y que a partir de ese punto van por otro lado (indicación perfecta, imposible confundirse). Paso por el kilómetro 15 manteniendo el ritmo a 4’38”/km. Me sigue sorprendiendo lo suave del recorrido. Llega un tramo corto de subida suave hasta José Abascal, pero desde allí todo vuelve a ser bajada por Quevedo y San Bernardo hacia Gran Vía (se echa de menos la calle Fuencarral). En Gran Vía veo a mi amigo canarión, Marianito, que me estaba esperando frente a las puertas del Vips (eres grande, Mariano, muchas gracias). Y a continuación, el plato fuerte de la carrera: la salida desde Preciados a la Puerta del Sol y esa cantidad enorme de espectadores animando a lo largo de la plaza y en el primer tramo de la calle Mayor. Siempre es emocionante, vives en primera persona lo que puede sentir un ciclista en el Tour de Francia subiendo un puerto de esos de categoría especial. Es algo que no se puede describir. Te sientes pequeñito ante esa masa que ruge, que grita, que anima sin descanso. Además se puede disfrutar porque hay fuerzas, quizá más adelante también se pasa por sitios muy concurridos, como Atocha, pero el sufrimiento impide disfrutarlo tanto (me pasó también el año pasado en Barcelona, cruzando Pza. Catalunya: estaba tan roto que no podía sentir el calor de la gente). Frente al Palacio Real se sitúa el km. 20 y el ritmo ha bajado hasta los 4’46”/km, pero me encuentro fenomenal. Paso la media en 1:43’14” y me tomo un gel. Noto la energía, pero también un “algo” en el estómago que no me gusta.

En el km 23 un corredor de Guadalajara me dice que vamos a un ritmo similar, que cuál es mi objetivo. Le digo que quiero hacer sobre 3:30 y nos ponemos a correr juntos. La verdad es que charlando con él empiezan a caer kilómetros sin darme cuenta y se me olvida el “algo” en el estómago. Sería algo mental. Manías de viejo. Pasamos el 25 manteniendo el ritmo a 4’47”. Entramos en la Casa de Campo y nos dan otro gel. No me lo tomo, lo reservo para más adelante. Me encanta correr por la CdC. Dicen que hay poca animación en ese tramo, pero a mí me parece que hay bastante gente, y gente que además entiende más de deporte y de esfuerzo que la que puedes encontrarte en el centro de Madrid. La salida de ese pulmón de la ciudad se hace por la estación de Lago y por la p*t* cuesta de todos los años. Ese es mi primer punto de inflexión. En lo alto está el km 30 y el cuerpo por primera vez dice que no, que por llano vale, pero que cuestas no. Y es un hecho, el ritmo se ha ido a 5 minutos por kilómetro. Agarro un botellín de agua y abro el gel que tenía guardado, pero es de esos líquidos. No los he probado nunca y dudo, finalmente apelo a mi legendario estómago de acero  que aguanta todo lo que le echen y me lo tomo. No me mola el sabor y el hecho de que estuviera algo caliente de haberlo llevado en la mano. Los kilómetros siguen cayendo, mal que bien, al ritmo previsto. Estoy siguiendo a un grupo de paracaidistas que van a mi ritmo. Poco antes del 34 llega la cuesta de la calle Segovia, no es muy larga, pero me mata. Es el segundo punto de inflexión. Esa cuesta me mata todos los años y éste no iba a ser una excepción. Soy consciente de que no voy, que no tiro, que me he quedado sin gasolina. Le digo al corredor de Guadalajara que a partir de ese momento cada uno haga su carrera. Por mi parte me mentalizo y me digo: aguanta hasta el 35 el ritmo y desde ahí a meta, a sobrevivir y a que el hombre del mazo se ponga las botas contigo.

Pasado ese punto queda lo más “feo” de la carrera. El trazado empieza a picar hacia arriba y nunca da un respiro, nunca deja de subir. Al paso por Atocha, el tío del mazo me va atizando a base de bien. Un dolor agudo, como un pinchazo, en la rodilla derecha me va matando. Pero sigo. Despacito, pero sigo. Me he convertido en un “Jogging Dead”. Me pasan corredores por todos lados y yo apenas adelanto a un puñado. Desde el kilómetro 35 a meta pierdo más de 300 posiciones (no es que me importe, simplemente es indicativo). En el km 38 hay agua y plátanos, tomo de todo y me arrepiento. Me caen como una patada en el trasero y noto que si aprieto el paso me dan náuseas. Podía no haber comido ni bebido, pero entonces me habrían dado calambres o qué sé yo. Estoy roto, punto. Pero aguanto. Soy duro. Sólo dos kilómetros más y se acabarán las cuestas. El recorrido se hace larguísimo. No sé si hay mucha gente o no. No levanto la cara del asfalto. De vez en cuando sí, levanto la mirada y ojeo para ver si la cuesta sigue o no. En el km. 39 llegamos a Colón y giramos hacia Goya. ¡Goya! ¡Pero si Goya es un cuestón! Me acuerdo de la madre del planificador del recorrido, y de su padre y de toda su familia (manías de viejo). A mitad de calle giramos por Velázquez y aquello sigue subiendo y hemos pasado el km. 40 y aún no hemos llegado a la Pza. del Marqués de Salamanca, donde se supone que empieza la cuesta abajo. Los últimos 5 kilómetros los he hecho en 29 minutos, ¡a 5’49”! Pero ya estoy en los últimos dos kilómetros. No puedo dejar de correr. Al llegar al 41 ya estamos en plena cuesta abajo. Intento acelerar, pero me vuelven las nauseas. Antes porque era cuesta arriba, ahora porque no tengo de dónde tirar. ¡Al puto garriplán le han faltado horas de vuelo! Mantengo mi trote cochinero y lastimoso. Pero el Retiro está ahí, llega por fin y sé que esta maratón también la voy a terminar corriendo y que la meta es alegría y, sobre todo, descanso.

Cruzo las verjas del parque y en pleno Paseo de Coches oigo un grito que me llama: “¡Carlos!” Son Rober y su mujer. Alzan los brazos y les devuelvo el saludo. Me sonrío. Pues no voy tan mal si puedo sonreír y saludar. Se oye la música y a la gente, te das cuenta de las vallas y de que los arcos de meta se perciben al fondo, ya casi donde no alcanza la vista. Esto está hecho. No, mejor: ¡esto está hecho, coño! Voy rodando a casi 6 minutos el kilómetro pero no me importa.

Ya soy capaz de distinguir los números del reloj que está bajo el arco de meta: acaba de cambiar de 3 horas 33 minutos a 3 horas 34 minutos. Me relajo. Venga tío, llegas de sobra antes de 3:35. Avanzo.

Detengo el Casio y me paro.

Subo los brazos.

Once.

Manías de viejo.

Medalla
Medalla 2014
  • Tiempo oficial: 3:34:14
  • Tiempo neto: 3:32:26

 

14 comentarios en “Rock’n’Roll Madrid Maratón 2014: la crónica

  1. ¡Enhorabuena Carlos! No está nada mal la marca para un viejo manías y encima estrenando Garriplan.
    Buen relato, de los que te hacen correr, visualizar el recorrido y vivir las sensaciones, muchas gracias.
    Aunque no te gusten los previos ( lo entiendo) me hubiera gustado saludarte. Un saludo y felicidades

    1. Gracias, Epícteto. Tuya es la «marca registrada» GARRIPLAN. Al final no fue de todo perfecto, pero tampoco ha sido malo. Nos veremos y nos saludaremos (aunque preferiría que no fuera en día de un maratón ;)). Gracias de corazón por venir a apoyarnos y a animarnos.

  2. Felicidades Carlos¡¡¡, una maraton mas, un gran esfuerzo mas y un gran tiempo porque para ese tiempo hay que ser bueno en esto, correr bien y tu lo has hecho. Madrid tiene esas cuestas finales que te destrozan, seria mejor que las pusieran al principio, asi que vales menos de 3h:30,muy buena cronica¡¡¡, ahora disfruta el logro y descansa bien porque te lo has ganado y muy bien ganado.
    Un abrazo artista¡¡¡. Ya estamos viejos…jajaja

    1. No hay atajos en esto, Rafa, ya lo sabes tú bien: entrenar, entrenar y entrenar. Y los mejores son los que entrenan aún más. A mi nivel, estoy muy contento. Muchas gracias por tus palabras y por pasarte por aquí para sufrir las locuras de este «viejo». Ya tengo ganas de leerte a ti la crónica de un maratón, pena lo de Sevilla. ¡Un abrazo!

  3. Hola campeón: También éste fue mi 11ª («undécima», que se dice pronto) participación en el Maratón de Madrid (para mí siempre será «el MAPOMA», no me sale decir lo de «Rock´n´Roll Madrid Marathon»).

    Tu crónica es magnífica, según la releía iba reviviendo muchos de los momentos que describes, como el paso por el Centro de Madrid, donde sientes a la gente aplaudirte casi como si fueras un plusmarquista keniata, o por la Casa de Campo, un tramo que no sé porque lo han acortado tanto, a mí también me gusta (…excepto por esa infame salida hacia Avda./ de Portugal, un rompepiernas).

    Por cierto, que creo que el nuevo recorrido, haciendo una leve subida desde el Km 37 al 40, desde Atocha hasta C/ Goya y C/ Velázquez y luego, los 2 últimos Kms, una bajada «súbita» por C/ Príncipe de Vergara hasta la meta en Retiro, a lo mejor le va muy bien a los atletas sub 2h 45min, pero a «la clase de tropa» como yo, los corredores populares que acabamos esos últimos Kms corriendo «al tran tran» o incluso andando, ya nos dá igual… En cambio, podrían modificar otros tramos «jodidos», como el paso por Pº/ de Virgen del Puerto y Pº/ Imperial, buscando alternativas más tendidas y llevaderas.

    Llevaba 4 años de parón «forzoso», sin poder inscribirme por el exceso de curro y las obligaciones de haber tenido un chavalín (o sea, casi casi sin tiempo para entrenar). Pero últimamente había tenido más tiempo para salir a correr (…ya que ahora estoy en paro), así que me había montado la «película mental» de que podría mejorar mi última marca, las 3h 40min de 2009, en incluso volver a bajar de 3h 30min, cosa que no consigo desde 2007 (nunca logré bajar de 3h, pero sí hice unas bastante meritorias 3h 9min en 2003).

    No pudo ser,: «el maratón siempre te pone en tu lugar» (tanto entrenas, tanto haces) y al final fueron 3h 51min «oficiales» (bueno, 3h 46min según el chip). Me acerco a la cuarentena y, siendo realista, más vale que me conforme con no pasar de 4h (…o no por demasiado). Pero prometo currármelo más para mi 12ª. participación, que confío que sea en 2015. Un cordial saludo.

    1. Grande, compañero, muchas gracias por compartir conmigo tu experiencia. Me siento muy identificado contigo: yo también sigo hablando de «mapomas», tuve un chavalín hace poco que requiere mucho tiempo porque además su madre y yo somos afortunados y tenemos trabajo y los 40 ya los dejé atrás pero me resisto a irme por encima de 4h (pero ni se me pasa por la cabeza acercarme a las 3h como fue tu caso, ¡marcón!). Del recorrido, creo que lo has dicho todo, pero qué le vamos a hacer, es Madrid y es mi ciudad y quiero correrla hasta que no pueda más. Espero que llegue el año que viene y podamos correrla aunque ya por entonces estemos desparejos porque para mí debería ser la 13ª 😉 Un abrazo y muchas gracias por leer.

  4. Enhorabuena Carlos por la undécima, que se dice pronto ……. y por la marca que para mí la quisiera 🙂
    Esas manías de viejo son bastante buenas, tomo nota 😉

    Tres años viviendo en Madrid y nunca vi el MAPOMA …. lo mío tiene delito, algún día la correré

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