Hubo una vez un tal Dante que en su «Divina Comedia» escribió que sobre la puerta del Infierno colgaba un cartel que decía: «vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza«. Nosotros los corredores tenemos un infierno particular que se llama lesión, que nos impide lograr nuestras metas, y cuando entramos bajo su influencia, tenemos que alzar la vista, leer el cartel y saber esperar tiempos mejores.
Yo llevo un mes en el infierno. Cuando empezaba a coquetear con los rodajes largos, tras la media maratón, el gemelo derecho dijo basta y a día de hoy, aunque salgo a rodar lento de vez en cuando, apenas me alejo de casa y dejo de correr en cuanto noto la más mínima molestia.
No es así como quiero correr 42 kilómetros.
Así que como dijo «el Guerra«: lo que no puede ser, no puede ser… y además es imposible. Así que Oporto queda descartado y será el segundo maratón de mi vida, tras Chicago, al que estoy apuntado y no puedo ir.
Desde aquí a final de año se acaban los objetivos deportivos. Mi única meta es recuperarme y volver a poder correr largo y sin molestias. No creo que me apunte a ninguna carrera. ¿Para qué? Si no puedo competir prefiero mis parques y mis senderos. Mis horarios, mis biorritmos, mi soledad y mis pensamientos.
Quién me iba a decir que el infierno sería tan frío.
Pensándolo mejor, tampoco es tan extraño, el invierno y el infierno tan sólo están a una letra de distancia.
Nos vemos en el Invierno.
Pues ya vendrán tiempos mejores. Recupérate pronto de ese gemelo para seguir dando guerra.