Tempus fugit

El tiempo corre que se las pela. Corre mucho más que uno. Corre como a uno le hubiera gustado correr alguna vez. Corre como uno sabe que ya no correrá jamás. Las articulaciones del corredor se deterioran junto a las articulaciones del tiempo, con la diferencia de que éste no se detendrá.

Uno comienza a correr con el propósito de completar una maratón antes de cumplir cierta edad y sigue corriendo sin darse cuenta, despreocupado, hasta que echa la vista atrás un día como hoy y le parece que fue ayer cuando empezó, pero ya ha pasado el tiempo que, según Ortega, le separa de la siguiente generación. Este año que entra, en la próxima maratón, debutará una nueva generación. Más rápida, mejor preparada.

A uno le parece que fue ayer cuando se colocó por vez primera en una línea de salida y hoy ese uno sigue allí plantado, esperando el siguiente pistoletazo, procurando gastarse de a poco, para seguir en su lucha contra el reloj, contra el tiempo, contra uno mismo; contra eso que es la lucha de todo corredor. Porque el tiempo se nos escapa, «como las nubes, como las naves, como las sombras».

Y en un abrir y cerrar de ojos, en el mismo tiempo transcurrido de ayer a hoy, llegará mañana y otra nueva generación de corredores se incorporará a la línea de salida. Todavía más rápida, todavía mejor preparada.Y uno volverá a echar la vista atrás y pensará de nuevo que el tiempo va demasiado deprisa; y mirará a su alrededor buscando a los suyos entre las nuevas generaciones y pensará que tiene ya mucho menos que hacer que que contar, que quizá sea el tiempo, que probablemente para él ya no haya otro mañana.

Maldito sea ese día.

Carpe diem,
carpe horam