Zangarun Cross Trail de Ricobayo (2022)

Cartel Zangarun 2022

Segunda prueba de trail del año. Parece que le he tomado cariño al trail cuando no me había preocupado lo más mínimo por esta modalidad desde el año en que empecé a correr, allá por 1999. En esta ocasión elegí el Zangarun de Ricobayo, también aprovechando un nuevo desplazamiento a Zamora. La prueba constaba de dos etapas: una de 14K el sábado por la tarde en Villaflor y la segunda de 13K el domingo por la mañana en Ricobayo. Como no iba a poder hacer las dos, elegí la del domingo, que era a las 11 y no hacía falta ni madrugar.

El sábado salí a trotar un poco y me dio un pinchazo en el gemelo de la pierna izquierda. Así que hice escasamente 5K y para casa. Estaba fastidiado, pero me hice un auto masaje con bálsamo del tigre y me bajé al Decathlon a comprarme una pantorrillera de compresión. La molestia seguía, pero al menos no había dolor, así que el sábado estaba en la línea de salida.

El ambiente del Zangarun, en comparación con el de Pereruela, era más… pro, como dicen ahora. Gente con más “pintas” de corredores, aunque muchos seguro que coincidimos en las dos. Como no se pudo recoger el dorsal en Zamora los días anteriores llegúe con tiempo porque ya sabía yo que me tocaría ir de un lado para otro a buscarlo. Efectivamente, la salida se daba en la zona de la playa del embalse, donde también estaba el aparcamiento, y la nave donde daban el dorsal, estaba subiendo hacia el pueblo, así que me sirvió de calentamiento. Sí, vale que serían 400 metros o así, pero en cuesta.

Control de material obligatorio en salida (pedían un recipiente para el agua, y aun así alguno que otro no traía nada) y a esperar el pistoletazo. Como la vez anterior, me había bajado el track al reloj porque me da pavor, en el peor de los casos, perderme por el campo. Aunque la carrera estaba, todo hay que decirlo, perfectamente señalizada por MounTime, marca del Club Deportivo Ultra Sanabria).

Sabía que el recorrido era muy rompepiernas, con un desnivel positivo de 393 m para los 13K (según mi reloj), por los 320 de Pereruela en 11 kilómetros. Pero en el caso de Ricobayo el perfil era más tipo «dientes de sierra» con subidas cortas, pero con bastante inclinación, en las que los no somos Killian Jornet teníamos que subirlas andando. Por el contrario, en Pereruela, los tramos de subida (salvo uno) eran bastante más largos y más corribles. Por todo ello, la sensación de cansancio fue mayor.

Como me dolía el gemelo salí al trantrán con mi pantorrillera puesta, a cola de pelotón, para no molestar. Ir súper lento no impidió que nos reagrupáramos todos en el tapón de la primera subida gorda, cuando no llevábamos ni un kilómetro. Pero a partir del kilómetro 1,5 se podía correr bastante bien, y aunque no dejaba de sentir dolorido el gemelo iba poco a poco adelantando unidades. Normalmente me pegaba a un grupo un rato y si veía que el ritmo era un poco lento para mis fuerzas, les rebasaba y salía en busca de algún otro grupo más adelante. Poco antes de llegar al primer avituallamiento, que pasé de largo como casi todos (esta vez no había ni jamón, ni hornazo, ni chorizo, ni nada de eso: líquidos y fruta), pasé a un corredor que iba con un niño de poco más de 11 o 12 años pero que corría mejor que muchos adultos. Me pareció bonito, a pesar del riesgo de caídas que hay en este tipo de pruebas.

En otro orden de cosas, la lluvia de la tarde anterior había bajado mucho la temperatura y eso nos benefició porque de haber hecho calor aquello podía haber sido una tortura. Sin embargo, el campo estaba hermoso, las jaras en flor nos acompañaron todo el recorrido y hubo momentos en el que el paisaje era apabullante: encinas, alcornoques, todo el repertorio del sotobosque mediterráneo. ¡Qué diferencia con lo que acostumbramos a ver los asfalteros!

Pasamos un roquedal en el kilómetro 7, el punto más alto de la carrera, con unas vistas espectaculares y ahí me uní a una grupeta muy maja que iba tirando fuerte, llegando a ver en el reloj ritmos de 4:20-4:30. Estaba cansado, tanto que notaba más el cansancio que el dolor en el gemelo, pero les seguí el ritmo hasta el km 9 en el que paré en el avituallamiento a beber agua y comer medio plátano. De ahí al final todavía quedaban un par de buenas cuestarracas y me lo tomé con filosofía. Al fin y al cabo, había tropezado ya cuatro veces (la última con crujidito del tobillo incluido), estábamos de vuelta al punto de partida y tenía la certeza de que iba a poder finalizar la carrera sin terminar cojo.

Eso sí, la organización nos reservó la sorpresa final de los últimos 300 metros en los que nos hizo correr por la ladera seca del pantano, sobre arena y piedras sueltas con una inclinación lateral de 30 o 40 grados y unos últimos 50 metros subiendo las escaleras que dan acceso a un pantalán. Unos cachondos, los organizadores.

Pero bueno, allí estaba la meta, se acababa todo sufrimiento, la familia me estaba esperando (y eso no ocurre siempre), el cortador de jamón también, y encima nos surtieron bien de agua, bebida isotónica, cerveza, frutos secos, fruta y hasta gominolas (que compartí con mi hijo haciendo algún que otro viaje clandestino a por algún puñadito más). La verdad es que había de sobra porque tampoco éramos miles de corredores.

En total corrimos unas 150 personas, y en mi categoría (individual etapa Ricobayo) acabé el 51 de 76 con un tiempo oficial 1:29:26, que para 13 kilómetros me da una media de 6:55 minutos el kilómetro. No está mal para un veterano B cojo.

Y como colofón a una preciosa carrera nos fuimos a reponer fuerzas en Miranda do Douro a degustar un delicioso bacalao al estilo portugués.

Como dice mi padre, un día bien “echao”.

XXXVI Media Maratón Zamora (2021)

Y después del mal sueño, volvieron las carreras…” Quizá esta frase podría ser otro microcuento de Augusto Monterroso, pero para corredores. El caso es que hemos vuelto, que después de confinamientos de la primavera de 2020 y las limitaciones a los viajes interprovinciales del otoño-invierno 2021, por fin, están volviendo las carreras y nosotros a participar en ellas. Mi «debut» ha sido en la Media Maratón de Zamora, que tenía que haberse celebrado el 15 de marzo del año pasado (justo en aquel famoso fin de semana en el que se declaró el estado de alarma) y que, tras varios aplazamientos, se ha podido disputar finalmente el 5 de septiembre, casi año y medio después

Cartel Carrera
Cartel de la prueba

No la he preparado… nada. Al fin y al cabo, la posibilidad de que podía disputarse o no, sumado a algunos problemas físicos, consiguieron que no acabara de creérmelo del todo y entrené en consecuencia: poco y mal. Tampoco es que la organización se caracterizara por si habilidad para mantenernos al corriente de cómo estaban las cosas. Aún peor, tanto su blog en blogspot como la página de Facebook siguen anclados en la edición de 2019. La única información que podías obtener era la que salía en prensa local (para dar una idea, el mail más reciente que yo tenía de la organización era de mayo).

Quizá por eso la carrera haya cogido de sorpresa también a la propia ciudad. Pocos sabían que la celebración de la carrera iba a afectar al tráfico y en muchas partes del recorrido se veían conductores protestando y policías diciéndoles que es que se habían metido en el circuito de la carrera y que no se podía hacer nada. El desbarajuste llegó a tal punto que cuando yo pasé por la Calle Rosa Chacel, detrás de las instalaciones de “Gaza”, los coches circulaban libremente en ambos sentidos y los corredores no podíamos hacer otra cosa más que correr por la acera a pesar de que los conos sí que estaban correctamente colocados en la calzada indicando que aquel no era espacio de los coches. En fin, cosas que se podían haber hecho mejor. Como el protocolo Covid de salida, inexistente; o la incoherencia de programar la salida en el centro de la ciudad, simultaneándola con un mercado romano con decenas de puestos callejeros completamente montados y coexistiendo en el mismo espacio con la salida de las carreras, lo que obligó a que los participantes del 10K salieran junto con los del 21K aunque estaba previsto que lo hicieran desde dos plazas distintas (pero es que las dos estaban ocupadas por los puestos del mercado).

Respecto al recorrido, indicar era el mismo que las dos últimas veces en que participé (2015 y 2017). La bolsa del corredor muy parecida a la de otros años y, como novedad, la camiseta conmemorativa de este año era de manga larga. Aunque, como he comentado en alguna otra ocasión, en plena segunda década del siglo XXI, podían hacer una camiseta con un diseño un poco más atractivo.

De mi carrera tengo poco que decir porque mi objetivo era simplemente terminarla (y no las tenía todas conmigo, incluso me dieron ganas de desviarme hacia la meta del 10K. Además del poco entrenamiento me pilló con el peso más alto que he tenido en años, así que peor marca personal y si me descuido no bajo de dos horas (y dando gracias por no haberme lesionado).

En meta no dejaron entrar al público, que se acabó concentrando en el aparcamiento, por lo que la vuelta final a la pista de atletismo fue mucho más desangelada que otros años.

Y hasta aquí esta crónica. La lección que extraigo esta carrera es que si al final voy a Oporto (recientemente me ha dado un tirón en el gemelo derecho y no entreno como debería) voy a sufrir como un perro callejero.

XXXI Media Maratón Ciudad de Zamora: la crónica

Tras cuatro años de ausencia, y tras muchos meses sin ponerme un dorsal (desde Nueva York), este domingo volví a correr la Media Maratón de Zamora, justo en mi cuarta participación en una carrera a la que no he llegado en la mejor de las condiciones, por decirlo fino. Si ya intuía que mi actuación podría rozar el ridículo, una extraña y fugaz gasteroenteritis que hizo que doce horas antes de la salida estuviera en cama tiritando, lo dejó prácticamente sentenciado. Así que al contrario de lo que se suele decir, adelantemos acontecimientos y empecemos por el final: peor marca personal (1:56:19), pero además no por unos pocos segundos, no: ¡por casi 6 minutos sobre mi anterior peor registro que databa de la media maratón Villa de Madrid de 2007 (1:50:31)!

Da igual. Mi objetivo era simplemente terminar dado mi estado de forma actual, aunque por supuesto que me hubiera gustado hacerlo mejor, pero de donde no hay no se puede sacar. De hecho ya en la salida me coloqué al final y hasta me atreví a llevarme un viejo teléfono para hacer unas fotos en una carrera en la que iba a más a hacer una tirada larga que a competir.

Creo que en Zamora jamás he repetido el mismo circuito y esta vez tampoco fue una excepción. El año pasado inauguraron el Puente de los Poetas y aprovecharon para cambiarlo y debo decir que ha ganado con el cambio. El anterior de dos vueltas por la carretera de La Aldehuela era como para apestados, para que los colgados esos que corren no dieran mucho la murga y no estorbaran demasiado en la ciudad.

Hoy la Media Maratón sale de la Plaza Mayor, de un entorno que no desmerece a cualquier carrera que se organice en cualquier gran ciudad que cuide a sus corredores y a pesar de estar organizada con medios muy modestos, este año se ha podido llegar a los 800 inscritos de los que 710 llegamos a meta.

Bolsa del corredor
Bolsa del corredor

El sábado fui a la feria del corredor, en la Ciudad Deportiva Municipal. Buena bolsa del corredor con garbanzos, vino y chorizo. La camiseta de mejor calidad que otros años, pero el diseño sigue siendo el mismo, quizá eso debería cambiar. Bueno, y también que sigan dando chip para los cordones cuando todas las pruebas se están pasando al dorsal-chip que es mucho más cómodo para organización y atletas.

Línea de salida, literal.
Línea de salida, literal.

El domingo me acerqué a la Plaza Mayor andando, la salida era a las 11. Buen ambiente por las calles adyacentes. Por allí vi, aunque no saludé, a uno de los atletas blogueros de Zamora que sigo: Alejandro, del blog «Cosas Guays«. También había dos baños portátiles y una furgoneta-ropero. Arco de salida inexistente y la línea de salida era eso: una línea pintada en el suelo, por lo que adiós a tiempos netos en la clasificación. Lo bueno es que siendo 800 participantes tampoco íbamos a tardar mucho en pisar todos esa línea. Como dije, me puse atrás para no entorpecer a los rapidillos. Lo curioso es ver cómo hay rapidillos que se ponen detrás y luego van haciendo eses, dos me pasaron escopetados por la Plaza de la Marina, casi 500 metros después de la salida, cuando el ritmo que llevábamos sería de 5:45 o 5:50. Gente.

Los últimos saliendo de la Plaza Mayor
Los últimos saliendo de la Plaza Mayor (foto: Zamora 24 horas)

Poco a poco mientras salimos de Zamora por la carretera de Tordesillas buscando el carril bici de La Aldehuela voy buscando mi ritmo y me quedo cómodo rodando en torno a los 5:25 el km. No voy adelantando ni me adelantan. Más o menos vamos todos al mismo ritmo. No hay agobios, somos pocos y además ya estoy de la mitad para atrás del pelotón, casi nos sobra espacio. De hecho el carril bici lo compartimos con los ciclistas que vienen de frente y que alguno se piensa que hemos invadido su habitat pues ni toman precauciones ni creas que se apartan un poco para no estorbar. Cosas del recio carácter castellanoleonés. Tontos los hay en todas partes y aquí no podía ser menos.

La Media Maratón por La Aldehuela
La Media Maratón por La Aldehuela

Paso el kilómetro 5 en 27:05 y sobre el 8 y pico alcanzo a Carlos, justo después de haber saludado a Javier, el tío de mi mujer. Carlos es un compañero destinado en Salamanca con el que solía salir a correr por aquí cuando estudiaba la oposición. Me dice que se retira en el kilómetro 10, que el médico no le deja correr más ni hacer mayores esfuerzos. Pero le veo bien, se mueve en ritmos de 5:20. Del kilómetro 9 al 10 hay un duro repecho que lleva desde la zona de la Ciudad Deportiva en La Candelaria hasta la Plaza de La Marina Española y pican un poco las piernas. Pico el 10 en 54:39 (a 27:34 este parcial). Poco antes de coronar definitivamente la cuesta en la Plaza de Alemania veo a mi suegro que está viendo a los corredores. Mucha gente por el centro y «muchos» (en Zamora lo de muchos es relativo) coches atrapados por la carrera. La mayoría con cara de sorpresa, imagino que desconocedores de la carrera (ya os dije yo que la carrera es modesta, tanto que hasta muchos zamoranos no sabían que se iba a celebrar).

Por La Farola (foto: Zamora 24 Horas)
Por La Farola (foto: Zamora 24 Horas)

Después de la cuesta bajamos bordeando la muralla hasta la altura del Castillo por donde nos desviamos a la Carretera de Almaraz a la altura de la fábrica de leche GaZa. De ahí al Puente de los Poetas, por donde nos cruzamos con la cabeza de carrera, los que ya vuelven de la otra orilla del río y entramos en Cabañales, por donde yo jamás había estado ni sabía que existían también unas cuestarracas que casi hacen que me arrastre para llegar al kilómetro 15 (parcial de 5 kilómetros en 27:24). La botella de agua de ese avituallamiento (los está habiendo cada cinco kilómetros) la bebo con gusto aunque con precaución porque tengo el estómago tocado por la gastroenteritis de la noche anterior.

De ahí al kilómetro 20 voy ya fundido. La cuesta me ha dejado tocado. Me encuentro solo, fuera de cualquier grupo, a veces coincido con un corredor de rojo, unas veces le adelanto yo y otras él, pero al final cuando cruzamos el puente de nuevo sobre el kilómetro 18 decido no seguir su estela y que se vaya definitivamente, no tengo el cuerpo para sobreesfuerzos. Llego como puedo al kilómetro 20 (el parcial se me ha ido un poco, a 27:52) y de ahí a meta no queda nada y todo es llano.

A la altura de la Ciudad Deportiva me ve Berta, la prima de mi mujer, y me anima. Va con su tío Martín Ramos, el escalador, que se ha cascado un 1:17:52 a sus 48 años. Un monstruo, Martín. Entro en la pista de atletismo (me gustan las pistas) y no veo a mi familia aunque imagino que andarán por allí porque hay muchos familiares y niños jugando en la hierba. En la recta de meta ya les localizo: mi padre, mi hijo, que me da un abrazo en plena pista pero me dice que no quiere irse a meta corriendo conmigo, Javier, el tío de mi mujer; y mi mujer Cristina. Un alegrón para llegar a meta más contento que unas pascuas y marcarme ese estratosférico 1:56:19.

En meta un par de voluntarios recogían los chips en unas cajas y en unas mesas colocadas en un rincón podías reponer fuerzas con agua, aquarius, manzanas y naranjas. El que quiso también pudo ducharse en los vestuarios del estadio.

En definitiva, una carrera modesta, con un precio modesto (12 euros) pero con un circuito bastante interesante si se saben administrar los dos repechos que tiene (subida a La Marina y Cabañales) y una buena bolsa del corredor. Además nos hizo un buen día, con nubes y claros y sin viento, lo que para Zamora en marzo es todo un día espléndido. 800 corredores que espero que pronto sean 1.000 o más porque la ciudad se lo merece. Ojalá el año que viene pueda volver a estar allí.

 

Recorrido Media Maratón Zamora
Recorrido Media Maratón Zamora

El miedo al ridículo

Mucha de la gente que se acerca a esto del running más pronto que tarde se siente con ganas de participar en la multitud de carreras que se organizan fin de semana sí y fin de semana también, pero hay algo que les echa para atrás y suelen confesártelo en cuanto surge la ocasión: «¿Y si llego el último?»

El miedo al ridículo. El mero hecho de pensar que puedes ser el hazmerreír de todos nos aterroriza a la mayoría de los españoles. Desde pequeños, ya en el cole, cuando la profesora pedía voluntarios para salir a la pizarra ¿cuántos levantaban la mano? En mi clase, ninguno. No sólo eso, sino que la mayoría bajábamos la cabeza y hacíamos como si estuviéramos repasando los apuntes o recogiendo un boli del suelo. No sé si a vosotros os pasaba. Imagino que sí, porque fue pasar del cole al insti y la cosa no cambió a pesar de que los compañeros eran otros. Y otro tanto sucedió a la hora de ir a la universidad. Otra cosa es que tuvieras un compañero de pupitre un poco cabroncete que tratara de hacer que levantases el brazo con cualquier artimaña, lo que provocaba acabárais peleando y montando bulla y que la profesora al darse cuenta gritara: «¡Merchán y Garrido, que parece que tenéis muchas ganas de hablar, a la pizarra!». Quizá aquí el ejemplo sobre el miedo al ridículo deja de tener sentido porque ya todos sabíamos que la profesora iba a hacer leña del árbol caído: «¡Venga, que vais a explicarnos lo que vimos el último día en clase!» Es decir, que interiorizábamos que íbamos a hacer el ridículo y los camaradas en sus pupitres sabían que iban a disfrutar del espectáculo. Finalmente el tema se solucionaba con el reconocimiento por nuestra parte de que no habíamos estudiado, de que no teníamos ni idea y de que no tenía sentido continuar con la farsa. La profesora nos despedía con cajas destempladas  y acababa advirtiéndonos que el próximo día volveríamos a salir. Por supuesto aquello no pasaba nunca porque los dos payasos de la clase no volvíamos en una semana (o dos) hasta que a la profa se le olvidaba.

Volviendo al running, a los nuevos siempre se les tranquiliza diciendo que a las carreras se apunta mucha gente, de todos los niveles, y que es muy, muy difícil llegar el último. Casi tanto como ganar. Que lo importante es participar, divertirse y tratar de competir con uno mismo. Y en líneas generales es verdad. De hecho yo estaba convencido de ello. Probablemente, con mis marcas que se han movido siempre en unos registros medios, nunca me iba a ver en el caso de llegar el último, salvo lesión o desastre. Pues bien. Me equivoqué.

San Silvestre de Zamora 2005. Por ahí detras ando.
San Silvestre de Zamora 2005. Por ahí detras ando.

En mala hora, el 31 de diciembre de 2005 decidí correr la San Silvestre en Zamora que, por aquella época, consistía en dar tres o cuatro vueltas al Centro Comercial que patrocinaba la carrera. Yo ya había corrido un par de San Silvestres vallecanas y, bueno, esperaba lo mismo que se organizaba en Madrid pero con unas dimensiones más reducidas, como es lógico en una ciudad de 65.000 habitantes. Recuerdo que aquella tarde bajé con tiempo al Centro Comercial Valderaduey y, bueno, ya se veía que ambiente popular había poco, pero es que cuando hubo que vestirse de corto yo creo que en la salida no éramos ni treinta participantes. Vi, además, que tenían pinta de «galgos» y no me equivoqué porque en cuanto dieron el pistoletazo salieron como almas que lleva el diablo. Digo salieron porque yo me puse a cola de grupo sabedor de que aquella guerra no iba conmigo. En el primer giro ya les perdi de vista a todos menos a uno que debía andar tan equivocado de sitio como yo. Estuve dos vueltas a su rueda ,viendo como a los primeros les dio tiempo hasta a doblarnos, y en la última el muy ingrato me esprintó y tampoco lo volví a ver más. Así que entré en meta el último, destacado, para regocijo de mi mujer, sus tíos y hasta mi suegro que se había acercado a ver la carrera. ¿Pero sabéis qué pasó? Pues lo mismo que cuando salíamos a la pizarra, lo mismo que cuando hablas en inglés sin saber si lo estás haciendo bien, lo mismo que cuando te atreves a bailar un vals siendo un patoso. Nada. No pasó nada. Una carrera más, la sensación de haber hecho los deberes y sobre todo nada que una ducha caliente, una buena cena y doce campanadas para acabar el año como se merece no te ayuden a olvidar.

– «¿Y si llego el último?»

– «¿Si llegas el último…? Probablemente, te reirás».

Preparando un maratón: vol. 1

Lunes 30 diciembre, 7:30 am: 75,6 kgs.

Este es mi punto de partida. El punto de partida de alguien que sólo raya el 1,70 de estatura (o menos, ¿no dicen que vamos menguando con la edad?). En cualquier caso, como diría Obélix, soy un bajo de tórax. O como diría un romano, soy un gordo bajo de tórax.

Desde el momento pesaje decreto, por tanto, el racionamiento en mi dieta de grasas, alcoholes, chuches, embutidos y demás alimentos de mal vivir, engullidos gratuitamente. Tampoco hay que ser un talibán, estamos en plenas fiestas y no es plan ponerse a plan. Comer moderadamente de todo, eso es todo. Pero el peso me preocupa porque ya he corrido un maratón con sobrepeso y acabé en el traumatólogo con una rodilla escacharrada.

Tema drogas: de momento no necesito antiinflamatorios, así que con una pastilla de ácido hialurónico a mediodía me basta. Me lo recetaron cuando lo de la rodilla para los cartílagos y desde entonces suelo tomarlo, cuando me acuerdo. Desde el día 1 del plan maratoniano quiero que pase a ser una toma sistemática.

Y al lío. Ese mismo lunes tocaban 2 kms. de calentamiento + 4 kms. a un ritmo de 5 minutos por km + 2 kms. de enfriamiento. Sin problema. De los 4 kilómetros a tempo el primero me salió muy rápido pero los otros tres, clavados.

El miércoles 1 enero, como mandan los cánones y sanciona el maestro Sosaku Runner, hay que salir a entrenar para empezar bien el año mientras los demás duermen, y además con la primera sesión de calidad en mucho, mucho tiempo: intervalos (que no series) a 4’40» el kilómetro. Tras el calentamiento voy a por el primero que me sale en un disparatado 4’26» el km. y que termino con un dolor en la parte inferior del gemelo de la pierna derecha. Lo que no es de extrañar debido al tonelaje que mis piernas tienen que mover, y a esos ritmos. No controlo el circuito ni la velocidad ni la distancia, una locura. El segundo intervalo me sale a 4’31» y el pinchazo no remite. Los dos últimos intervalos los estabilizo a 4’41», sufriendo por mantener ese ritmo con ese dolor persistente y por las consecuencias para el gemelo. Marcho a casa con muy malas sensaciones, con el convencimiento de estar entrenando por encima de mis posibilidades.

Descanso dos días hasta el sábado, ya en Zamora, en que tocan 12 kms. a 5’30» por kilómetro. Sorprendentemente, el gemelo responde bien. Lo noto ahí, pero sin llegar a «pinchar». Al final salen 12,8 kms. a 5’18» por km. En Zamora suelo rodar más rápido porque el circuito del río es muy plano e ir lento cuesta más que ir un poco alegre. De todas formas, el rodaje a paso de tortuga es lo que hago todo el año y se nota que me siento cómodo haciendo kilómetros así.

El domingo lo reservaba para un entrenamiento cruzado, así que agarré la bici y me hice 19 kilómetros por el río y Valorio, todavía en Zamora. Y a pesar de llevar de llevar años corriendo, el trabajo de cuádriceps se nota en bici (del dolor de rabadilla ni hablamos). Y eso que yo voy como los caracoles.

Resumen de la semana:

Running: 33 kilómetros
Bici: 19,4 kilómetros

Propósitos para la semana que viene: incorporar algo de trabajo de abdominales… para el tórax bajo.