El plan que me pide el cuerpo

Como maratoniano, cada año y con cierta antelación marco en rojo en mi calendario una fecha fatídica: la del siguiente maratón. Al principio se ve lejana, lo que me permite holgazanear, salir a correr sin pretensiones, porque sí, por placer, porque me apetece. Sin embargo, según se va aproximando esa condenada fecha, mi cuerpo intuye el castigo físico que se avecina y se pone a buscar como loco un nuevo plan de entrenamiento que permita compaginar mis propias expectativas (correr mucho mucho mucho) con sus absurdos propósitos (salvar los muebles sin sufrir demasiados daños). En cristiano: me pide que me ponga a entrenar de una puñetera vez y me deje de zarandajas.

Este año, entre mudanza, estudios, trabajo, casa y niño no he «querido» buscar mucho, así que el plan elegido ha sido el que me propone el pulsómetro. Sí, sí, así de absurdo. El propio cacharrillo tiene una función (o su App, o su web, ¡qué más da!) que te pide la fecha de la carrera y él planifica las sesiones y las carga en el reloj: fases, duración, zonas de frecuencia cardiaca. Y ya está. Yo sólo tengo que ponérmelo y salir a correr que ya me dice él lo que tengo que hacer. ¡Joder, si me viera mi ‘yo’ de 1999, tan analógico él, le daba un pasmo!

Hasta ahora he acabado primera etapa, de tres semanas, que el plan denomina de «trabajo previo» y la verdad es que me quedo asombrado de la inocencia del «bicho»: me ha planificado 16 semanas con sólo tres salidas en cada una de ellas y a unas pulsaciones bajísimas para lo que yo acostumbro (lo que hace que corra a ritmo de tortuga); y aun así, el cachondo, me dice que podré acabar la carrera en 3h13m, que sería mi MMP con diferencia. Es decir, que cuando otros años me he esforzado tanto y he estado trabajado duramente por mejorar ritmos y he acumulado cientos de kilómetros en las piernas lo he estado haciendo mal y por eso no he tenido más que marcas normalitas 😂😂😂.

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No me lo invento: ¡3 horas y 13 minutos!

La verdad es que nunca antes había entrenado por pulsaciones y me está costando bastante sujetarme y mantenerme en zona. Me explico, digamos que el cacharro crea cinco zonas en función de porcentajes basados en mi frecuencia cardíaca máxima, siendo la zona 1 la de más bajas pulsaciones y la 5 la más cercana al FCMáx. Pues normalmente, en un entrenamiento normal nunca me pedirá que pase de la zona 3 y exigirá que me mantenga durante el tiempo que toque entre 125 y 142 pulsaciones, por ejemplo: ni por encima ni por debajo. Incluso me obligará a ir en zonas 1-2 durante el calentamiento y el enfriamiento. Tan sólo los días de intervalos me pide trabajar las zonas 4-5. Pero esas sesiones, que son de las más cortas, ni siquiera las programa todas las semanas.

Así que ahí estoy, saliendo a entrenar y frenándome cada dos por tres para que el cacharro no empiece a pitar como un loco en cuanto acelero un poco y me paso de pulsaciones.

En cualquier caso, y por concluir, un plan de sólo 3 días por semana y sin grandes kilometradas es un bombón por la de cantidad de tiempo que me deja libre para hacer otras cosas que como he comentado, son muchas.

Ahora, que lo de poder hacer 3:13 no entra en mi cabeza, por mucho que el programilla se esfuerce en repetírmelo una y mil veces.

Preparando un maratón: vol. 16

La última semana de preparación para el maratón he tenido la suerte de que coincidiera con Semana Santa, en Zamora y con una temperatura extraordinaria, por lo que he podido sacar cuatro días de entrenamiento, aunque la kilometrada no ha sido espectacular, vamos, que alargando un poco las tiradas lo podía haber hecho en tres días como ha sido la tónica a lo largo de estas dieciséis semanas.

Empecé el miércoles con una tiradita de 50 minutos a ritmo muy tranquilo para estirar las piernas, a lo largo de la orilla del Duero, 9,7 kilómetros en total. El jueves ya sí me di un poco más de caña con un entreno de 10 kilómetros a un ritmo tempo inferior a 4’40″/km para, finalmente el viernes volver otra vez a hacer otra salida de 10 kilómetros pero a ritmo de maratón, en torno a los 5 minutos por kilómetro.

El sábado descansé y me fui con la familia a pasar el día a Salamanca porque me apetecía muchísimo estar con ellos y disfrutar haciendo cosas juntos. Además es una ciudad que siempre merece la pena una visita.

El domingo, ya de vuelta en Alcalá, última tirada larga, un medio maratón a ritmo de maratón y en condiciones extremas otra vez: sin haber comido y sin beber durante todo el entreno. Al final salió un ritmo de 4’55″/km. Mejor de lo esperado aunque sufrí muchísimo al final viniendo desde Camarma. Además corría viento, que es uno de los elementos atmosféricos que más detesto.

Esta semana, la del maratón, ya no cuenta. Imagino que a mitad de semana saldré a hacer media horita a un ritmo vivo para que las piernas no pierdan ritmo y quizá el sábado salga a hacer un breve trote cochinero o simplemente me vaya a pasear. Hay que ahorrar energías. El trabajo está hecho y el domingo será la carrera la que nos ponga en nuestro sitio.

Dorsal 4774
Dorsal

Go, go, go!

Los números:

  • Kilómetros totales de la semana: 51,4
  • Kilómetros totales del plan: 704

Próxima estación:

  • Maratón de Madrid 2014

Estaciones anteriores:

  • Marató Barcelona 2013: 3:56:06
  • Maratón de Madrid 2012: 3:29:48
  • Maratón de Madrid 2010: 3:57:41
  • Maratón de Madrid 2009: 3:40:05
  • Maratón de Madrid 2004: 3:30:53
  • Maratón de Madrid 2003: 3:26:56
  • Maratón de Madrid 2002: 3:28:42
  • Millennium Marathon Madrid 2001: 3:59:31
  • Maratón de Madrid 2000: 4:17:36
  • Maratón de Madrid 1999: 4:14:58

¡Que Dios reparta suerte, compadres!

El Ataque de los Virus (Preparando un maratón : vol. 14)

En todo plan maratoniano que se precie hay algo que no puede faltar nunca y que siempre siembra intranquilidad y temor: la lesión y/o la enfermedad. Esta semana me ha ocurrido a mí.

El viernes, como acostumbro, salí a por el primer entreno de la semana, el rodaje a ritmo. Tras dos kilómetros de calentamiento, me pongo manos a la obra y sin muchas dificultades salvo los diez kilómetros a 4’40”/km, excepto el segundo kilómetro que se me fue a 4’48” por viento en contra, pero que compensé con un último kilómetro a 4’25”. Corrí otros dos kilómetros a paso de tortuga para ir enfriando y a la ducha.

El fin de semana se prometía de buen tiempo según todos los pronósticos, así que, como mi mujer trabajaba, el sábado por la mañana me fui a Madrid con el peque para pasarlo en casa de mis padres y sacar algo de tiempo para entrenar. Pero ¡ay, amigo! Por la tarde vino a visitarme una amiga llamada Gastroenteritis que te cagas (de apellido literal) que me hizo pasar una horrible noche de sábado y una espantosa mañana de domingo. Afortunadamente al estar mis padres allí todo fue más fácil, no quiero ni pensar cómo podría haber cuidado de Mateo yo solo, si apenas podía cuidar de mí. Por la tarde mi mujer vino a recogernos al niño y a lo que quedaba de mí para llevarnos de vuelta a Alcalá. Creo que me acosté a las cinco de la tarde y desperté el lunes cuando sonó el despertador para ir a trabajar.

A día de hoy, cuando publico esta entrada, todavía no he podido salir a correr, ni siquiera he podido volver a comer normalmente. Sigo comiendo manzanas, bebiendo Aquarius, sin ganas de comer y con ligeras náuseas por la mañana. Mi alimentación deja mucho que desear, pero a cambio me voy a quedar como una “esfinge” que decía alguna famosilla del tres al cuarto.

Pero seamos positivos, la semana que viene, Semana Santa, pillo vacaciones en el curro y, a priori, tendré más tiempo, y podré compensar los kilómetros que esta semana me han faltado (el que no se consuela es porque no quiere).

Para finalizar, las cuentas de esta semana, que son sencillas no, lo de antes:

Kilómetros totales de la semana: 12,3
Kilómetros acumulados del plan: 590,5

La vida te da sorpresas (Preparando un maratón: vol. 13)

Esta semana iba a ser la más importante del plan, la de mayor carga de kilómetros, la más exigente, la más especial. Y lo fue, y no sólo por los entrenamientos.

Ya desde el sábado o el domingo anterior, un mensaje de correo electrónico me alertaba para  verificar los datos de mi tarjeta de crédito porque se acercaba el día del sorteo para la maratón de Nueva York. Recordé entonces que me había apuntado en noviembre a la lotería, previo pago de 3 o 4 dólares. A decir verdad lo hice porque Manuel y otros blogueros a los que leo estuvieron corriendo allí en 2013, publicaron sus crónicas y se me pusieron los dientes muy, muy largos. Sus relatos me convencieron de que correr en Nueva York es algo que tienes que hacer al menos una vez en la vida. Aunque, sinceramente, no tenía muchas esperanzas porque tal y como estaba (o está) montado el sistema no era muy fácil conseguir plaza. De hecho, la vía de entrada más normal era participar en tres sorteos, no ser elegido y esperar hasta el cuarto año para que la organización te garantizara la participación. Esas eran mis expectativas: esperar 4 años hasta que me tocara.

Así que ni me molesté en verificar que la tarjeta fuera la correcta ni nada de nada. Borré el mensaje, volvía a dejar el teléfono y me olvidé. Sin embargo, el miércoles por la noche, después de haber dormido a Mateo y de ver un episodio de “The Walking Dead” (sí, estoy enganchadísimo) tenía un mensaje en mi móvil de mi banco: mi tarjeta había realizado una operación de 347 dólares a favor de New York Road Runners. ¡Ostras! ¡No podía ser! Empecé a bucear en la web de NYRR y mi inscripción no estaba confirmada, pero en las redes sociales todos apuntaba a que sí. La propia organización aclaraba en su muro de Facebook que tras el sorteo la actualización de los distintos estatus no era simultánea, pero añadía una frase significativa: “if your card is charged, you’re in”. ¡Y mi card estaba charged!

I'm in!
I’m in!

Al día siguiente recibí el mail de confirmación y mi status en myNYRR ya mostraba la inscripción a la carrera. 77.087 corredores habían participado en el sorteo y sólo 9.170 fueron elegidos para estar el 2 de noviembre en la línea de salida junto a los otros 40.000 participantes que acceden por otras vías (por marca, por tour operador, por recaudar dinero para obras de caridad, etc.). Y yo entre esos afortunados. Yo, que no tengo suerte ni para jugar a pares o nones. Que lo máximo que me ha tocado en un sorteo de lotería habrán sido 10 euros. Que no gano un premio ni en la rifa del colegio de mi peque. Pero en diciembre Manuel me lo advirtió cuando le confesaba mis dudas sobre si merecía la pena entrar en el sorteo con la mala suerte que tengo: piensa que hasta ahora no te ha tocado nada gratis, pero es que aquí, si te toca, ¡tienes que pagar! Y qué razón tenía. Estos primeros días buscando vuelos, alojamientos… vaya, que se aceptan patrocinadores. 😉

En definitiva, este verano habrá un nuevo «garriplan» el «garriplan2», pero prometo no dar la brasa con posts semanales sobre los entrenamientos. Con los del garriplan1 ya (todos) hemos tenido (tenemos) bastante. Si el garriexperimento funciona en Madrid, esta cosa de un cuarentón que sólo tiene tiempo de entrenar 3 días a la semana y sin ninguna pretensión de hacer un tiempazo (pero tampoco hundirme más allá de las 4 horas), lo repetiré a partir de julio, con la vista puesta en New York, pero de eso a volver a dar la matraca con él, va un abismo.

Ahora, sí, ahora toca matraca. Garriplan, semana 13. Empiezo a entrenar el jueves, con un rodaje tempo de 10 kilómetros por debajo de 4’40” que me costó mucho completar. Cuando llegó el kilómetro de descalentamiento creo que respiré de alivio. El viernes descansé. Vuelve el tiempo perruno a Madrid y hay veces que no apetece, lo que me obliga siempre a no fallar el sábado y domingo.

El sábado tocaba hacer series y me plantee salir a correr muy temprano en la mañana, antes de que mi mujer se fuera a trabajar, pero el niño tuvo una mala tarde-noche (otro constipado más) y por miedo a despertarlo me quedé en cama y salí por la tarde cuando Cris volvió del curro. Hice un calentamiento largo, chispeando, hasta la recta del campus que conozco y sé que mide más o menos 400 metros (algo menos por Google Maps) y el plan era hacerme 20 rectas a 1’35” con un minuto o algo menos de recuperación entre ellas. Tras las primeras de tanteo veo que estoy para hacerlas en 1’30” así que las siguientes las hice ya buscando ese tiempo. Entonces fue cuando empezó a llover a cántaros y me doy cuenta de que debo ser el único entretenimiento para las personas que salen del hospital Príncipe de Asturias y se refugian en la marquesina que hay en el extremo occidental de la recta hasta que llegue el autobús. Un loco, empapado, bajo la lluvia, dando carreritas con una camiseta amarillo canario de allá para acá y de acá para allá y vuelta a empezar. Al final por el viento (excusas, excusas) se me marchó alguna recta un poco por encima de 1’30” pero en las últimas conseguí hacer hasta record del segmento en Strava.

Y el domingo, tirada larga. Anticipo: no es buena idea hacer la kilometrada del siglo después de un entrenamiento de series. Ya desde el km 1 veo que no puedo ir a 5’ por km., pero en 5’10”-5’20” me muevo sin problemas. En el kilómetro 6 tengo que parar a cambiar el agua al canario. Continúo al mismo ritmo. En el 11 nueva parada técnica para lo mismo (menos mal que me pillaron ambas por el campo). En el 15 tenía pensado pasar por casa para recoger una botella de agua y un gel, pero en vez de eso enfilo rumbo al campus y de allí al complejo penitenciario de Alcalá-Meco. Sobre el 15 estoy llegando a la altura del C.I.S. y como tiene la barrera abierta me digo: entro y bebo un poco de agua; pero en la rotonda de accesos  fue como si me hubieran visto venir y veo que la barrera se va cerrando poco a poco. Así que decido que no es buena idea parar, llamar y pedirles que me abran, que eso me va a cortar el ritmo, por lo que continúo corriendo hacia la zona donde se hace el cross de la Universidad de Alcalá, dejo a un lado el apeadero de Renfe (y noto que ya no está la máquina de vapor antigua en su pedestal, ¿se la habrán llevado a restaurar?) y salgo del campus por un puente sobre la A-2 hacia mi casa. Llego pasado el kilómetro 20. Tomo la botella de agua de donde la había dejado y descarto el gel. No siento que lo necesite. En 3-4 kilómetros me he pimplado toda el agua. Y sigo mantentiendo el ritmo. Vuelvo a Espartales, al carril bici. Hace buena tarde. En el kilómetro 26 unos niños juegan al fútbol y se les escapa el balón, así que me pego un pequeño sprint para alcanzarlo, pararlo y chutarles la pelota de vuelta. Sigo. En el 28 adelanto a un abuelo en chándal que va corriendo. El hombre no era Usain Bolt, lo reconozco, pero me hizo ilusión. Y en el 30 doy por terminado el entrenamiento al mismo ritmo que empecé: 5’15”/km. Y con la sensación de poder haber seguido.

Esa noche noté las piernas un poco cargadas y me di un poco de árnica que tengo por casa, sobre todo en los gemelos, pero este lunes por la tarde ya no notaba molestias. Parece que el garriplan, como las notas de los escolares, «progresa adecuadamente». Pero hasta el día 27 no se puede saber. 42 kilómetros son muchos kilómetros y siempre, siempre, siempre hay que tenerles mucho respeto. Como decía la bloguera María Caballero en su última entrada, que comparto plenamente, no se puede frivolizar un maratón.

Los numerillos:

  • Kilómetros totales de la semana: 58
  • Kilómetros acumulados del plan: 578,2

Preparando un maratón: vol. 11

Esta semana, pero del año pasado, fue especial porque fue la semana del maratón. Por un lado me da pena no haber estado allí porque me pareció una carrera muy bien organizada a pesar de sus defectos, que también los tiene. Por otro, me alegro de que todavía quede más de un mes para Madrid, espero que con más calorcito para entrenar y más tiempo para ir afinando la forma. Hace un año llegué a Barcelona muy dolorido y habiendo entrenado el último mes con más pena que gloria (o mejor, con todas las penas y sin ninguna gloria). Pero bueno, la crónica está ahí, fue el primer post con el que abrí el blog, y el que quiera puede leerla.

Y ya estamos en la semana 11, el tiempo pasa que es una barbaridad y todo indica que en nada estaremos en la semana del 27 de abril y que no podemos relajarnos porque el Rock’n’Roll Madrid Maratón está, como se suele decir, a la vuelta de la esquina. Ya estoy hasta nervioso 😉

Sin embargo, esta semana, el acontecimiento más importante, al menos para mí, no ha sido que entremos en los últimos tramos del garriplán, sino que ha sido que por fin ha llegado el buen tiempo. Mangas cortas, flores, sol y calorcillo en la cara. Todavía tendrán que venir días de esos malos, lo sé, pero yo ya he disfrutado como un gorrinillo corriendo a más de 20 grados. Y dicho todo esto, empezamos con el resumen de la semana.

El primer día que pude salir a correr fue el viernes. Tuve que madrugar porque salíamos de viaje para pasar el finde en Zamora, así que lo del calorcillo no pude notarlo ese día porque las temperaturas por la noche y a primera hora de la mañana siguen siendo bastante frías. Quería aumentar un poco más el kilometraje total de la semana, así que le alargué dos kilómetros a este rodaje para dejarlo en 12 kms., de los cuales 8 fueron sostenidos a un ritmo inferior a 4’55», por sensaciones, sin mirar el cronómetro y parece que salió bien.

El sábado tocaba salir a entrenar en Zamora. Elegí salir a las 15 horas, más que nada por pasar la mañana con la familia y aprovechar la siesta del peque. Eso tuvo una consecuencia grave: que entrené sin haber comido y sin apenas haber bebido desde el desayuno. En principio no sabía qué iba a hacer, así que pensé acercarme a la ciudad deportiva: si estaba abierto el acceso a la pista de atletismo haría series, si no, seguiría corriendo para hacer el rodaje largo de la semana. Y así fue, hice unos 7,5 kms a una media de 4’40» y llegando al polideportivo me asomé a la pista de atletismo. Estaba cerrada, así que como iba bien decidí mantener ese ritmo dando una vuelta por Valorio y vuelta por el puente nuevo. Me encontraba fuerte, la verdad. En la subidita por el bosque de pinos se me fueron un par de kilómetros por encima de los 5’/km, pero volví a mi ritmo de crucero en el llano… hasta llegar al 19 que enganché de nuevo ritmos de 5′ pero ahora en llano y ya tras el 21 fue la hecatombe. Como un coche de esos que salen en las pelis que se quedan sin gasolina y van dando tirones para pararse, eso me pasó a mí. Me quedé sin combustible. Sin haber comido y sin haber bebido no podía pedirle más a mi organismo. Aguanté así hasta el kilómetro 25 pero desde el 22 iba perdiendo ya del orden de 10 segundos por kilómetro. Estiramientos de aquella manera en el parque y para casa a darse una ducha, hidratarse y comer un poco.

El domingo no tenía las piernas para florituras, así que ya de vuelta en Madrid, desde casa de mis padres me vestí de romano y salí a hacer un rodaje regenerativo de 10 kilómetros a una media de 5’15». 23 grados a las 5 de la tarde, no me lo podía creer. Pero a pesar del sol, el calorcete y el buen tiempo, no había de donde rascar. El gemelo izquierdo un poco sensible por la parte lateral. Expediente cubierto para no bajar mucho de kilómetros esta semana, ducha y a casa.

Los números:

Kms. totales de la semana: 47,1
Kms. acumulados del plan: 469

Preparando un maratón: vol. 10

Justo cuando acaba la semana 11 vengo yo aquí a contar lo que fue la semana 10. Procrastinación: acción y efecto de procrastinar. Dejar para mañana lo que habrías podido hacer hoy. En resumen, ir dando largas. Eso es lo que me ha pasado a mí esta semana. La verdad es que estuvo agitada por otros motivos personales que no vienen al caso, y ya bastante tuve con poder escribir y subir un post.

Así que al grano, que lo bueno, si breve, dos veces bueno.

El lunes no me pesé porque no tengo báscula, pero estoy gordo por sensaciones. No me encuentro mal, pero la moderación a la hora de comer se ha ido por el retrete: como mal, a deshoras y lo primero que pillo. Es triste, pero es así.

De entrenamientos empecé el jueves. Hice 10 kilómetros por Alcalá, pero esta vez en progresió en vez de un rodaje a ritmo sostenido: empezando en 5’20» y terminando en 4’20».

Dejé para el sábado la tirada larga de 23 kilómetros, también terminando más rápido que al comienzo, a un promedio de 5’03», ritmo de maratón, prácticamente.

El domingo tocaba competición en el JCI, la «Carrera del Taller», 10 kilómetros que terminé en 44 minutos y 46 segundos, a una media de 4’29» el kilómetro y estrenando en competición mis flamantes Adidas Glide 6 Boost, que se portaron como campeonas, aunque ese terreno con mucho camino de tierra no fuese su habitat natural.

Y como 10 kilómetros me parecían cortos, fui y volví de la carrera a casa de mis padres corriendo, lo que hacen otros 12 kilómetros más (seis de ida, seis de vuelta).

Resumen semanal:

Kms. totales de la semana: 56 (la semana con más kms., hasta la fecha)
Kms. acumulados del plan: 421,9

Preparando un maratón: vol. 9

Mira las horas que son y yo acabo de darme cuenta de que no he contado nada de mis entrenos de la semana pasada. Tampoco es que sea importante, pero por si acaso alguien, o mi yo futuro, piensa en aquella vez que preparé un maratón con un plan de tres días por semana, pues bueno, que al menos no falte ningún capítulo.

Seré breve, tampoco es que haya esta semana como para escribir un libro.

De lunes a miércoles descanso, aunque eso con un peque de dos años en casa hay que relativizarlo. El jueves empiezo con mi tradicional tirada a ritmo sostenido pero voy un pasito más allá y rebajo a sólo uno los kilómetros de calentamiento y enfriamiento y los otros ocho los corro a ritmo tempo pero sin mirar el crono, por sensaciones, y salvo el primero, controlo todos por debajo de 4’40», e incluso los tres últimos por debajo del 4’30». Buen comienzo de semana.

El viernes iba a haber salido a correr pero soplaba una ventolera que parecía que íbamos a salir volando, así que me digo qué narices se te ha perdido a ti ahí fuera y me quedo en casa esperando a que acabe el vendaval.

El sábado entreno sí o sí a pesar de la lluvia y de algo de viento que todavía se resiste a dejarnos. En principio iba a sustituir las series por cambios de ritmo de un kilómetro (uno rápido, uno lento) pero he tenido problemas con el puñetero móvil y tuve que formatear el teléfono y la tarjeta de memoria. El caso es que me quedé sin música y reinstalé sólo las aplicaciones que más uso. Pero a Strava le ha dado por hacer el gamba y no consigo que me dé indicaciones de voz, así que hasta que no andaba ya por kilómetro y medio no me di cuenta de que no me hablaba y decidí que en vez de cambiar el ritmo en cada kilómetro lo haría en cada canción que sonara en la radio y eso hice: canción rápida, canción lenta, canción rápida, canción lenta. Y siempre rezando porque no le diera al de la emisora por pincharme el «Sultans of Swing» de los Dire Straits en Alchemy que dura lo menos 11 minutos. Al final 15,2 kms a un ritmo medio de 4’55″/km.

El domingo me levanto con muy poquitas ganas y con menos fuerzas para hacer la tirada larga. Hace sol, pero no calienta, sólo da luz. Decido que haré los 22 kilómetros que tocan, pero sin plantearme ningún ritmo. Dejo al canijo con los yayos y salgo a correr por San Blas, luego por Vicálvaro, luego rodeo Faunia, doy una vuelta cerca del Cerro Almodóvar pero no subo que hay mucho barro. Vuelvo por Valdebernardo, cotinúo por Moratalaz y por último regreso a San Blas. Al final 22 kilómetros en menos de dos horas y a un ritmo medio de 5’19», mejor de lo que esperaba.

Resumen:

Kms. totales de la semana: 47,8
Kms. acumulados del plan: 365,9

Preparando un maratón: vol. 7

Lunes, 10 de febrero de 2014 a las 7:10 a.m. Vuelta al trabajo después de estas dos semanas de vacaciones cuidando del heredero y vuelta a la báscula. Parece que esta vez ha sido la báscula la que se ha tomado unas vacaciones y ha dejado de funcionar. Mejor, no me gustaban sus últimas declaraciones así que a partir de ahora me pesaré «por sensaciones» sin ninguna «Pepita» Grillo que venga a fastidiar.

Como viene siendo habitual, no empecé los entrenamientos hasta el viernes, los primeros días porque tenía las piernas algo cargadas de la media de Fuencarral, después porque ya me he hecho a la idea de que los entrenos van en finde y me lo tomo con muuucha relajación.

Lo peor de este experimento que estoy haciendo y que llamo ‘plan de maratón’, es que no hay ningún día de rodajes-basura, carreras tranquilas de esas en las que uno sale a disfrutar, despacito, entreteniéndose en el paisaje, la música o la lluvia caer, pero sobre todo sin estar pendiente del cronómetro. Francamente: los echo de menos. Los tres días de plan suponen en algún momento u otro, elevados niveles de exigencia para mi estado de forma y, sobre todo, para mi peso, como últimamente la fenecida báscula me venía recordando.

El viernes, y empezamos ya a cortar el bacalao, tocó el rodaje a ritmo sostenido idéntico al de la semana pasada, es decir, tras dos kilómetros de calentamiento, 6 a 4’45» el kilómetro. Nada particular ni reseñable. Ni contracturas, ni vientos ni ná. Lo único, a pesar de que suene a la queja común por el mal tiempo que parece que a todos nos ha puesto de acuerdo, y que tan bien la ha reflejado Epícteto en su entrada «El Corredor y la Nostalgia del Temporal«. Lo único, digo es que, a pesar de la lluvia del día anterior, me empeñé en sacar la manga corta a entrenar porque necesito sol y calorcito, porque odio el mal tiempo y porque en vez de ‘calentamiento global’ parece que vayamos a un ‘enfriamiento local’, que yo me acuerdo de que en mis primeros maratones llegaba al Maratón de Madrid, en abril, negro como un tizón (salvo una banda blanca en la muñeca izquierda que es donde llevaba el cronómetro).

El sábado, y antes de la comilona que por el cumpleaños de mi cuñado se iba a celebrar en casa de mis padres, me fui «de series». Esta semana ya un poco más «durillas», a 4’25″/km, cinco segundos más rápidas que la semana pasada y con el clásico kilómetro de recuperación entre cada intervalo de 2.000 metros. Bien de sensaciones, en ningún momento tuve la sensación de no poder llegar a completarlas a ese ritmo aunque soy consciente de que ya voy poniendo cara de haber chupado un limón cuando corro. La semana que viene quería aumentar el ritmo a 4’20», así que corrí el último mil a 4’18» y juro que creí que me habían arrancado el hígado. Así que ya veré llegado el momento qué pasa esta semana. La nota negativa fue una mala elección de mallas que me rozaron y a la hora de la ducha vi las estrellas.

Para el domingo me había planificado una tirada larga de 18 kms a un ritmo suave de 5’20″/km, y fui a ritmos de 5’05»-5’10» los primeros kilómetros. Pero algo en la cabeza se me metió que no hacía más que repetirme que empezara a grabarle a fuego al cuerpo el ritmo de 5 minutos el kilómetro, que es el que quiero para la maratón, y que no lo demorara más, que cuanto antes nos acostumbremos a él, mejor. Así que como parece que el organismo lo aguanta y no sufre demasiado (excepción hecha de las rozaduras en las ingles del día anterior, también llamadas daños colaterales), pues a por ello. Al final salieron 18,1 kms en poco más de 1h29m (4’57″/km). No está mal.

Los números:

  • Kms. totales de la semana: 43,5
  • Kms. acumulados del plan: 271,4

Media Maratón de Fuencarral-El Pardo 2014

Cartel Media Maratón Fuencarral-El Pardo
Cartel Media Maratón Fuencarral-El Pardo

Le tenía ganas a esta carrera y a mediados de semana decidí encajarla como la tirada larga semanal en mi plan para el Maratón de Madrid. De todas formas, quiero parar esta fiebre de ponerme cada domingo un dorsal. Yo nunca he sido un competidor y me ha gustado mucho más ir a mi bola, entrenar a mi ritmo, sin dejarme llevar por la vorágine de la competición que siempre acelera demasiado los ritmos. En anteriores ocasiones he podido competir como mucho dos veces antes del maratón: un 10k por diversión y una media en las 3 o 4 semanas previas al maratón para comprobar sensaciones y estado de forma.

Este año, sin embargo, llevo seis semanas de entreno y en cuatro he competido. Así que de aquí al maratón sólo tengo intención de participar en la Carrera del Taller, porque ya estoy inscrito, y, si puedo, la Media de Zamora que me apetece mucho (aunque seguramente esté difícil porque mi mujer trabaja y tendré que cuidar de Mateo ese finde).

Volvamos a la carrera. Tenía entendido que era una carrera difícil, con muchas cuestas, de ahí mi interés, porque creo que gano más forma, más resistencia, en un circuito así que en uno llano como el de Getafe. Así que la idea era rodar a ritmo de maratón (5 min./km) en la primera parte, hasta el km. 12 y en cuanto se pusieran las cosas mal dadas bajar a 5’20″/km, que es el ritmo que ahora llevo en los rodajes largos, hasta la meta.

Las previsiones meteorológicas el día antes no eran halagüeñas pero afortunadamente a la hora de la salida, a pesar de estar nublado, el frío no era excesivo y no llovía. Aun así, calentando eché de menos los guantes que había dejado con el resto de cosas en el ropero. La recogida de dorsal y la entrega de la ropa muy bien organizadas, con mucho espacio.

Sin embargo, la salida fue un caos. Éramos 3.000 personas, que tampoco son tantas, pero se sale de un camino en un parque que limita con la pista de atletismo y era muy estrecho. Yo me pondría a 35-40 metros del arco de salida, no más, pero tardé casi tres minutos en pasar por debajo de él. Y el primer kilómetro por las calles de Fuencarral, un horror: tardé más de ocho minutos en completarlo desde el disparo de salida. No entiendo el afán de la gente por salir delante del todo. Hay un señoruco con una camiseta del Bansander (o algo así) al que he adelantado en todas las carreras que se han hecho en Madrid antes del kilómetro 3. Y yo no soy un Sputnik. Y si sólo fuera él…

Ese km 1 me descolocó porque me obligaba a correr mucho para recuperar todo el tiempo perdido. Desde el km 2 iba picando en 4’40» el km, salvo el 4 que hago una «parada técnica» y se me va a 5’20». Me encuentro bien y continúo a esa velocidad, total -pienso- «ya lo pagaré en las cuestas pero lo que adelante ahora ya lo llevo ganado. Tampoco creo que me venga abajo como para hacer 7′ por kilómetro».

El tramo de Herrera Oria es horrible de feo, una de esas calles de dos carriles por sentido con una pequeña mediana y que en día de diario los coches te pasan a toda velocidad. La avenida va haciendo toboganes pero claramente el desnivel es negativo. La cosa cambia cuando tomamos la carretera de El Pardo. El paisaje se convierte en monte bajo y encinas. La verdad es que daba gusto correr por ahí. Todos esos kilómetros pican hacia arriba pero de forma tendida, el ritmo por debajo de los 5’/km se mantiene fácilmente. Por casualidad estoy entre 4 o 5 chicas (aparte de un montón de tíos, no penséis mal) y observo sus piques, no llevan bien eso de que otra les adelante y tratan de recuperar la posición como sea.

Así llegamos al kilómetro 12, en las inmediaciones del Palacio de El Pardo (sí, el de Franco) y el cielo claramente amenaza agua. Al final de un cuartel se gira a la derecha siguiendo su tapia y ¡empieza lo bueno! La madre que parió a la cuesta. Por fortuna no dura más que 400 o 500 metros y la carretera vuelve a dar un respiro cuesta abajo para recuperar el aliento. El ritmo por kilómetro aumenta y en el kilómetro 14 llega una subida prolongada y tendida que poco a poco empieza a inclinarse más,  y más, y más. Empiezo a sufrir, como en un maratón, y también a adelantar gente que se pone a caminar directamente. Yo tiro de mi motorcillo diésel y pasito a pasito, bajo la cabeza y tiro para arriba sin dejar de correr. Me voy a 5’45». Son mis peores momentos. Pero cuando llegamos al km 16 oigo a un espectador que nos anima (de los pocos que encontramos esa mañana) decir que lo peor ya ha pasado. Y era verdad. Del 16 al 18 todo es cuesta abajo y vuelven los ritmos altos. Es curioso, a esas alturas de la carrera, en Getafe, me había tenido que tomar un gel y estaba reventado, sin embargo aquí entre el 17 y el 18 hago mi kilómetro más rápido habiendo bebido sólo agua (hubo tres avituallamientos, no dos como en Getafe). Disfruto hasta de las vistas espectaculares sobre Madrid. Montecarmelo se divisa a lo lejos… y está en lo alto. Efectivamente, del 18 al 19 toca subida otra vez. Pasamos por ese nuevo barrio sin pena ni gloria pues apenas hay gente en la calle y volvemos a descender para llegar al kilómetro 20 y volver a subir hasta Fuencarral otros 500 metros, cuando el cuerpo ya no está para tonterías. En esa subida la lluvia empieza a caer, menos mal que en un par de minutos todo habrá acabado.

Entro en la pista de atletismo del Santa Ana, miro el reloj y acelero para bajar de 1:46. Al final 1:45:59 tiempo oficial (1:43:23 neto). Un poco peor que en Getafe pero con muchas mejores sensaciones y, teniendo en cuenta la dureza del trazado, mejor carrera.

Nos mojamos un poco tras cruzar la meta esperando a bolsa del corredor y la camiseta pero el cero para la organización se lo pongo por no haber tenido en cuenta la lluvia y dejar el ropero al raso con las bolsas de los corredores empapándose. Yo tuve suerte porque la recogí justo cuando empezaba a arreciar, pero los pobres que vinieran detrás… Podían haberlas tapado con unos plásticos, al menos.

Contento más que por el resultado, por las sensaciones. Creo que voy por el buen camino aunque ahora, como dije, quiero parar un poco y dejarme de tanto dorsal.

Preparando un maratón: vol. 5

Lunes, 27 de enero a las 7:45 a.m.: peso 73,1  kg. (¡100 gramos MÁS que la semana pasada!)

Se veía venir, desde que operaron al peque y lo celebré cenando un menú XXL del Burger King, no he sabido volver a cerrar la boca. Como C.J. Cela: «¿hace un platito de (-espacio reservado para poner la comida que más rica y calórica te parezca-)?» Y yo: «¡hace!»

A eso hay que añadir ni fondos, ni abdominales ni cross-training y si me descuido esta semana no hay ni entrenamientos. Empecé la semana con molestias en el gemelo derecho tras haber corrido Getafe (aunque en carrera no noté nada), así que decidí postergar todos los entrenos para el final de semana. Además estoy de vacaciones para cuidar de Mateo porque con el costurón que le dejaron ya sabíamos que no podría ir a la guarde escuela infantil y, ventajas de ser funcionario, me guardé unos días de vacaciones del año pasado previendo esta situación (a los que se ha sumado un día de asuntos propios más que nos han devuelto a finales de año de los tres que nos habían ‘vendimiado’ los políticos. Montoro, no creas que lo olvido: ¡todavía me debes DOS!).

El caso es que hasta el viernes no hice mucho que digamos, mejor dicho, no hice nada; o aún mejor, hice el doble de nada: ¡nada de nada! Así se vienen luego los ‘estreses’ porque no puedes fallar.

El primer entreno consistió en el clásico rodaje de 6 kilómetros a un ritmo sostenido de 4’50» (más dos de calentamiento y otros dos de descalentamiento) que se me hizo complicado de seguir porque ,a poco que me descuidara, estaba rodando por encima de los 5 minutos el kilómetro, aunque al final lo salvara aunque fuera esprintando al final de cada kilómetro que me rezagaba.

El sábado me tocaba salir estando en casa de mis padres y a hacer series, para más inri. Planazo. Además allí no tengo medidos kilómetros (o ya los he olvidado) por lo que decidí sustituir los dos, tres minutos de recuperación entre series por un kilómetro trotando. Así que salieron 13 kilómetros totales: 1 de calentamiento + 2kms. intervalo + 1 km de recuperación + 2 kms. intervalo + 1 km de recuperación + 2 kms. intervalo + 1 km de recuperación + 2 kms. intervalo + 1 km de descalentamiento. Todos los intervalos por debajo de 4’35″/km. Me costaron, pero menos de lo que preveía. Aun así, no me veo yo haciendo series de 2.000 a 4 minutos el kilómetro como hace 10 años. Too much, too old.

Soto del Henares
Soto del Henares, entrenando. Al fondo Los Santos de la Humosa

El entrenamiento del domingo, en una mañana maravillosa de sol, lo saqué gracias a mis suegros que se quedaron con el peque mientras yo corría. Me tocaban 15 kilómetros a 5’25», pero tenía ganas de correr y me veía con fuerzas, así que tomé rumbo al Soto del Henares y saqué un entreno de 16 kilómetros a un ritmo algo más vivo, de 5’15″/km (a pesar de una señora cuesta de 500 metros en el kilómetro 7,5 que casi me hace echar los higadillos). Por cierto, que las molestias del gemelo tal como vinieron se fueron. Rarezas.

Tema zapatillas: casi había decidido pagar la inscripción al Maratón y comprar las Karhu Flow 3 Trainer (además había conseguido un cuponcillo para ahorrarme 10 euros) porque también me mola eso de llevar unas zapas que no tenga nadie (yo como las famosas, eso de coincidir con alguien y llevar el mismo modelito…), pero en esto que Epícteto y Antonio me han dado su opinión y son más de que compre las Glide 6 y unos calcetinitos… así que me acercaré esta semana a Deportes Evolution, que es el único Adidas Running Center que hay en Alcalá de Henares, a ver si las tienen y qué es lo que me cuentan.

  • Kms. totales de la semana: 39,6
  • Kms. acumulados del plan: 177,4