Dionisio Carreras «El Campana»

No sé tú, pero yo me he preguntado muchas veces cómo sería eso del running mucho antes del boom de las carreras, incluso mucho antes de que se empezaran a organizar los grandes maratones que atraen cada año decenas de miles de participantes. ¿Quién correría? ¿Por qué? ¿Cómo serían los entrenamientos de aquellos pioneros? Fue así como me crucé con la historia de Félix «Andarín» Carvajal, el corredor cubano que participó en los Juegos Olímpicos de San Luis en 1904 y cuya historia no os pienso contar porque ya la contó de una manera magistral Pedro Torrijos en un artículo de Jot Down titulado «Ya no se hacen runners como los de antes«.

Está claro que el «Andarín» Carvajal era, como dicen los ingleses, un natural, una persona con un talento innato para la carrera a pie. Su historia no hizo más que espolear mi curiosidad aún más, y aprovechando las posibilidades que nos ofrece internet hoy día, decidí investigar para saber quién fue el primer maratoniano olímpico español. Y allí estaba: Dionisio Carreras, español de Codo (Zaragoza), que a los 33 años y después de perderse al menos una vez durante el recorrido, finalizó noveno en el maratón de los Juegos Olímpicos de París de 1924 con una marca de 2 horas 57 minutos y 18 segundos.

Dionisio Carreras (fuente: garcia-adell.blogspot.com.es)
Dionisio Carreras (fuente: garcia-adell.blogspot.com.es)

Dionisio Carreras, no creo que pueda haber otro atleta con apellido más apropiado, como el «Andarín» Carvajal, era otro talento natural para las carreras. Yo creo que todos hemos conocido a gente parecida. En mi barrio, de pequeño, era el «Josito». Cuando jugábamos a las carreras no había quién lo pillara. Pura dote genética. Seguramente el «Josito» no haya explotado ese potencial y hoy sea un cuarentón más con familia, trabajo y coche cuyo deporte favorito sea ver al Madrid en el bar y que no me resista a mí ni cinco kilómetros corriendo. A mí, que llegaba el penúltimo en las carreras porque último siempre quedaba el «Luisito» que tenía un problema de sobrepeso más que evidente.

Dionisio Carreras era el «Josito» de su pueblo. Un chico dedicado a las labores del campo que cuando llegaban las fiestas del municipio, o de las aldeas de alrededor, participaba en las «pollaradas» y llegó a convertirse en un ídolo local. Las «pollaradas» eran las carreras que se organizaban en las fiestas de los pueblos y en las que el premio para el vencedor consistía en un pollo. Fueron el antecedente de las carreras de peatones (posteriormente carreras pedestres) y germen de lo que hoy entendemos como carreras populares.

Del talento de Dionisio, o el «Campana», como le apodaron, cuentan las crónicas diversas anécdotas. La más famosa es la que habla de un día en el que después de haber estado recogiendo esparto con su padre en el campo desde las seis de la mañana, Dionisio Carreras se fue a una carrera de pollos en la Puebla de Albortón, a 18 kilómetros de Codo. Ganó y se quedó a comer allí. Estando tomando café se enteró de que había otra carrera en Azuara, a 20 kilómetros de la Puebla. Salió corriendo para llegar justo antes de que dieran la salida en la carrera de Azuara, que también ganó. Lo que le obligó a recorrer 30 kms más para regresar a su casa de Codo, donde dicen que se cenó uno de los pollos que había ganado aquel día.

También dicen que solía alardear de recorrer los 50 kms. que separan Codo de Zaragoza para ir a dar un beso a su novia, lo que le obligaría a recorrer 100 kms en muy poco tiempo, pero no sé si darle credibilidad a eso.

El caso es que Dionisio emigró a la ciudad y ya en Zaragoza estuvo trabajando en el cubrimiento del río Huerva mientras seguía compitiendo por los pueblos y ganando. Fue entonces cuando el Zaragoza Foot-ball Club se ofreció a patrocinarle a cambio de que trabajara como conserje del campo de fútbol y ofrecerle casa, luz y leña.

Dionisio Carreras en 1928
Dionisio Carreras en 1928 (fuente: celedoniogarcia.blogspot.com.es)

Fue su época dorada, la que le llevóa ganar la Behobia-San Sebastián y a competir en los Juegos de París y obtener el mejor resultado en el maratón olímpico español hasta que Diego García volviera a calificar 9º en Barcelona ’92 y Martín Fiz superara a ambos tanto con su 4º puesto en Atlanta ’96 como con su 6º en Sydney 2000. Y también la etapa que le llevara a convertirse en campeón de España de maratón, aunque el pobre «Campana» tuviera tan mala suerte que resultara estar la prueba mal medida y fuera desposeído del título tras la repetición de la competición unos meses más tarde a la que llegó fuera de forma y se retiró lesionado.

De todas formas estamos hablando de un corredor atípico muy lejos del ideal de atleta actual. Dionisio Carreras no tenía entrenador (por lo menos hasta llegar a la cumbre), ni seguía planes de entrenamiento. Llevaba la vida típica de un trabajador, lo que le acerca más a figuras como Kawauchi que tanta admiración despierta entre los populares. Pero su punto débil, por lo que cuentan, es que le gustaban demasiado las faldas, el vino y el tabaco. Sus hijos recordaban en el artículo que escribió Celedonio García sobre Carreras en su blog que más de una vez tuvieron que ir a recoger lo que quedaba de él al bar y que fumaba una cajetilla de pitillos al día más otros dos caliqueños «que eran más fuertes que yo qué sé».

El ocaso de el «Campana» no fue un final de película. No tuvo un retiro amable. Estando clasificado para los Juegos Olímpicos de Amberes no pudo acudir por lesión y le sustituyó Emilio Ferrer Calvo, el atleta del F.C. Barcelona que le había arrebatado el título nacional de maratón tan sólo mes y medio antes. A partir de ahí todo fue a peor. No iba bien de piernas, lo que le alejó de la élite del atletismo y por si fuera poco, el Zaragoza en plena crisis dejó de pagarle y tuvo que volverse a Codo tragándose su orgullo. Supongo que en el pueblo le alcanzaría el episodio más vergonzoso de nuestra historia, la Guerra Civil Española, y Codo fue frente de la contienda luego imagino que tuvieron que ser años más que duros. Después la postguerra, y en 1948 una intervención quirúrgica que no impidió que muriera al año siguiente de cáncer de duodeno en total anonimato. O quizá no tanto, pues a las buenas gentes del lugar, tan buenas pero a veces tan hijas de puta, tras el fallecimiento de Dionisio les dió por acuñar un dicho y soltarlo en cuanto veían a alguno correr: “¡no corras tanto, que se te reventará la hiel como al ‘Campana’!

Y como los reconocimientos en este país siempre vienen tarde cuando no vienen mal (y a menudo vienen mal y tarde), no fue hasta 2006 que su localidad natal le dedicó una calle y dos años más tarde puso su nombre al polideportivo municipal. Incluso se llegaron a organizar en Codo hasta tres ediciones de una carrera popular denominada «Memorial Dionisio Carreras». Sin embargo, ni el Real Zaragoza, el club de su vida; ni la Federación Española de Atletismo, ni siquiera el Maratón de Zaragoza han homenajeado a nuestro primer maratoniano olímpico y uno de los mejores corredores de fondo que hayan visto estas desagradecidas tierras: Dionisio Carreras Salvador.

Respeto.

Juramos que tomaremos parte en los Juegos Olímpicos con un espíritu de caballerosidad, por el honor de nuestro país y por la gloria del deporte.

Primer Juramento Olímpico