Salvador Sostres

El martes, una entrada en el blog Siempre Corriendo me puso en la pista: el columnista del diario El Mundo, Salvador Sostres, nos había dedicado un artículo titulado «Las Endorfinas» que puede resumirse en que la gente que corre para sentirse bien es «imbécil». Literal. Del latín imbecillis: alelado (lelo, tonto), falto de razón.

Hubo un tiempo que Sostres me enervaba. Sin ir más lejos aquel otro artículo que se menciona en la carta abierta de Siempre Corriendo, el que escribió hace dos años con motivo del fallecimiento de la atleta Teresa Farriol en una prueba de ultrafondo, me pareció más inhumano, más ruín, mucho más bajo y mucho más humillante para todos los corredores, porque no respetaba ni siquiera el dolor de una familia a pesar de ese «lamentar la trágica noticia, y acompañar en el sentimiento a los familiares». Que es como cuando alguien empieza una conversación con el típico «no te molestes con lo que te voy a decir»: sabes perfectamente que esa persona, a pesar del aviso, va a molestarte, y mucho.

Sin embargo, hoy, cualquier cosa que Sostres escriba me produce indiferencia, una indiferencia profunda, casi vital. Sostres está ahí, en El Mundo (como podía estar en El País, La Vanguardia o el ABC), y escribe lo que escribe precisamente por la polémica que crea, de la que él es plenamente consciente y sabedor de que el día en que deje de ser «Salvador Sostres» tendrá que ganarse la vida con el sudor de su frente (esto de las referencias a la Biblia parece gustarle mucho). Claro que, si yo fuera él, tal perspectiva tampoco me parecería demasiado halagüeña.

Por ello, hace tiempo Sostres dejó de ser persona para ser personaje. No importa tanto lo que él piense como lo que los demás piensen de él o de sus esputos literario-periodísticos, sobre todo si eso comporta que la gente compre periódicos o inunde de visitas su página web. Lo que Sostres representa, lamentablemente, para el periodismo del siglo XXI es lo mismo que Belén Esteban a la televisión de calidad: un ser esperpéntico, envuelto en la polémica para subir audiencias, para vender, y que provoca filias y fobias por igual. Aunque él, a propósito, fomente más las fobias que las filias y ella, la mi pobre, sólo busque el amor (=€€€) del pueblo cuando se le llena la boca de esa «España» (=la audiencia) que la mima y la golpea hasta el ridículo una y otra vez.

Sostres tiene más doblez, es más taimado, más ladino. Es un cizañero porque la controversia, en su faceta más hostil, está en su naturaleza; y es de tal calibre que conseguiría lo que parece imposible: hasta que Blancanieves y el Príncipe Encantador se divorciaran.

Probablemente Sostres no escriba lo que realmente piense, ni seguramente piense mucho lo que va a escribir. Sólo necesita provocar, encontrar el resorte que haga saltar al otro. Y en eso es un maestro. Si la vida sana está de moda, pontificará las virtudes del colesterol. Si la mala gestión de un Gobierno es un clamor, él definirá a sus miembros como insignes próceres de la patria. Si un banquero podrido de dinero muere, lo glorificará. Si un terremoto provoca una mortandad, dirá que la Naturaleza es sabia. Si el pueblo pide República, él nos aleccionará sobre la descendencia divina e incuestionable del Monarca. Y si las tornas cambian, mañana será capaz de defender lo contrario sin enrojecer.

Salvador Sostres
Salvador Sostres

Nunca jamás un personaje se acercó más a aquella estupenda frase atribuída a Groucho: «estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros».

Solo que el más fascinante de los hermanos Marx, querido amigo Sostres, hacía reír.

Atentamente,

Uno de esos imbéciles que corre para sentirse bien.

 

 

6 comentarios en “Salvador Sostres

  1. Al final estas personas que tienen que recurrir a la polémica para tener algún tipo de incidencia lo que tienen es un mérito que se caracteriza por ser cuestionable.

    En psicología se dice que criticas en los demás lo que no te gusta de tí, de esta forma legitimas esa inseguridad que tienes. El colesterol es maravilloso generando infartos, buena suerte.

    Aunque, y por hacer un poco de abogada del diablo, está bien que uno pueda escribir con libre albedrío y que sean los lectores quienes decidan si quieren o no invertir tiempo de su vida en consumir ese contenido ¿no?

    1. Evidentemente, completamente de acuerdo. Yo reconozco que no leo a Sostres y que me entero de sus polémicas por terceros. No es lo que voy buscando en un medio de comunicación. Pero entiendo que la gente lo lea, igual que Belén Esteban tenga una audiencia numerosa y fiel. Admito su maestría y tampoco puedo criticar a quienes eligen leerle. Afortunadamente para mí, hay alternativas! 🙂 Un saludo.

  2. Fijate si me preocupa lo que diga, que por nombre no lo situaba, solo por cara. Me da pena la gente que solo ve las cosas desde su punto de vista, porque esta limitando su mundo y su capacidad de aprender y hay muchos salvadores que no tienen un boligrafo pero que creen que el mundo solo tiene un punto de vista, el suyo.
    UN abrazo ilustre Carlos¡¡¡ y a seguir dandole.

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